La visibilización de los pueblos originarios en la Argentina es, todavía, en pleno siglo XXI, un problema que no encuentra lugar en la agenda de los gobernadores, ni en la de los medios, ni entre los ciudadanos, o entre casi ninguno. No es necesario aclarar, entonces, cuán difícil era luchar por los derechos de los pueblos ancestrales en los 70, cuando el continente latinoamericano estaba atravesando las peores dictaduras de su historia.
En el año 2009, el gobierno argentino decidió que era momento de darle a las próceres argentinas el reconocimiento que merecían y abrió paso a la inauguración del Salón de Mujeres Argentinas. Si uno pasa por el mismo, puede nombrar rostros que todos suelen reconocer, por ejemplo, Eva Perón, Victoria Ocampo o Juana Azurduy. Sin embargo, entre ellas resalta una mujer con trenzas, de pelo negro y miranda profunda vestida con ropas indígenas que no todos conocen y lleva el nombre de Olga Elisa Painé, o como suele ser identificada, Aimé Painé.
Aimé Painé, sus inicios
Olga Elisa Painé nació en Ingeniero Huergo, en Río Negro, sin embargo, frente al abandono de su madre y la decisión de su padre de enviarla al Instituto e Iglesia Saturnino Unzué de Mar del Plata para niños huérfanos a sus tres años, Painé pasó la mayor parte de su vida en la provincia de Buenos Aires reconstruyendo su identidad.
En el Instituto, la niña sufrió de cierta hostilidad por parte de las monjas debido a sus rasgos interraciales que evidenciaban que sus orígenes se debían a los pueblos originarios, sin embargo, pudo encontrar su refugio, amparo y consuelo en el canto. Según se cuenta, la pequeña se destacaba en el coro de la Iglesia, específicamente en los cantos gregorianos y fue a partir de su talento que Héctor Llan de Rosos, autor teatral de la época, junto con su esposa decidieron adoptarla para que incursione y perfeccione su don.
Con el tiempo, Olga Elisa decidió que era momento de hacer su camino y decidió partir a la Ciudad de Buenos Aires para concretar su sueño de vivir de la música. Sin embargo, como para muchos, no fue fácil. Pasando por distintos rubros llegó a sus 30 años y logró incorporarse al Coro Polifónico Nacional donde comenzó su carrera profesional, pero, sobre todo, la búsqueda de su identidad.
En el año 73, Painé, junto con el Coro, acudió a un encuentro internacional en Mar del Plata. Allí, la cantante dio cuenta de que todos los conjuntos entonaban canciones propias del país natal al que representaban, excepto la Argentina. Frente a tal indignación, al entender que su propio país estaba dejando fuera una parte de su cultura tan importante y tan única, Elisa Olga Painé decidió que era hora de descubrir quién era verdaderamente.
Aimé Painé: su canto en lengua mapuche
Si bien sus rasgos delataban de dónde podrían venir sus orígenes, lo cierto es que nada era certero ni asegurado, por lo que decidió llegar a Rodolfo Casamiquela, arqueólogo y paleontólogo, con quien luego forjó una gran amistad, para que juntos lograran descubrir su historia y así fue. Casamiquela le aseguró a Elisa que sus orígenes eran tehuelche-mapuche y la impulsó a reencontrarse con sus orígenes.
En su viaje al sur, se encontró con su padre y hermanos, con quienes se reconocieron tiempo más tarde, y también con la pobreza y el olvido de su pueblo. Ese hecho la atravesó y comprendió que su misión era muy clara: luchar por su gente y denunciar desde el canto.
Sin embargo, su estadía no fue simple. Como suele suceder, las mujeres más viejas eran las que llevaban los cantos mapuches, pero fue recién a las semanas que Painé logro vincularse con su pueblo para que las abuelas le cantaran en mapudungun, idioma mapuche, y así empezar a aprender sus canciones por fonética. Con el paso de los días, su padre le enseñó a tocar el kultrún, un instrumento de percusión que el mismo había hecho, típico de la comunidad, y la ayudaron a entender las cascahuillas y le contaron historias sobre sus orígenes y su pueblo y las dificultades que atravesaban. En definitiva, la ayudaron a reconstruirse a sí misma, a recuperar su identidad.
Aimé Painé y su lucha por la reivindicación del pueblo mapuche
A partir de allí, Olga aprovechó su talento para dar a conocer y denunciar la realidad de su pueblo en toda América Latina. Dejó las ropas urbanas para adoptar la vestimenta mapuche y así pasó a ser la primera mujer en salir de gira cantando en el idioma mapudungun. Llegó a los Estados Unidos y Europa, donde adquirió su nombre artístico Aimé, atardecer rojizo. Su lucha se extendió por el continente latinoamericano y llegó a presentar un proyecto de ley para que garantice la educación bilingüe y no se pierdan los idiomas originarios.
En aquella época, era realmente valiente la mujer que salía a luchar por aquello que merecía ser defendido. Mientras muchos argentinos eran desaparecidos por defender sus ideales, Aimé Painé no hizo nada menos que denunciar la realidad Mapuche, aún frente a las circunstancias y a pesar de ser mujer.
La cantante murió en el escenario luchando por los derechos de su pueblo en Paraguay al desplomarse en el piso a sus 44 años. A pesar de no haber grabado ni un solo disco y sin ni un single lanzado, se convirtió en la mujer que le dio su lugar al pueblo Mapuche. Con puras grabaciones caceras, pasó a ser la voz del pueblo ancestral.