«El consentimiento», el relato de un abuso
En su libro ‘El Consentimiento’, la escritora francesa Vanessa Springora, relata que a los trece años conoce durante una cena al escritor Gabriel Matzneff, un hombre treinta y seis años mayor que ella, cuyo encanto y amabilidad encubrían a un depredador sexual.
En un primer momento, Vanessa confunde el interés y las atenciones del escritor, con el afecto y el cuidado paternal. A través de un intercambio de cartas, G. (como Springora lo llama en su novela) acecha y persigue a la joven hasta que finalmente cae en su red y se entrega en cuerpo y alma; hasta el punto de la despersonalización.
De allí en adelante, la autora detalla una vorágine de sucesos donde constantemente se manifiesta la manipulación, la obsesión y la complejidad de su propio consentimiento.
El consentimiento y su autora
“¿Por qué una adolescente de catorce años no podría amar a un hombre treinta años mayor que ella? Cien veces había dado vueltas mentalmente a esta pregunta. Sin darme cuenta de que estaba mal planteada, desde el principio. Lo que había que cuestionar no era mi atracción, sino la suya”, expresa la escritora en su obra.
La noción de consentimiento fue traída nuevamente a revisión luego de la explosión del Me too, movimiento feminista cuyo objetivo fue denunciar los acosos y abusos sexuales en la industria cinematográfica; el cual luego se replicó en otros ámbitos como, por ejemplo, en la industria musical, entre otras.
Según la ley en la mayoría de los países, el consentimiento es la adhesión de una parte a la propuesta realizada por la otra.
El intercambio de los consentimientos determina el acuerdo de voluntades que vincula a las partes. Una definición similar propone el sitio Planned Parenthood donde el consentimiento, en este caso sexual, se manifiesta como un indicador y un acuerdo entre individuos a la hora de realizar actividades de índole sexual. En la práctica, sin embargo, es un poco más complejo.
En las relaciones sexo-afectivas entre adultos y adolescentes el consentimiento no existe, porque forman parte de las dinámicas de abuso. Son relaciones de poder, asimétricas debido a que el adulto ejerce una influencia y un control mayor sobre la otra persona.
Está claro que el desarrollo intelectual y emocional de una adolescente es una condición de fácil manipulación para un pedófilo, pues no están en el mismo nivel de conocimiento de su cuerpo y de sus deseos.
”Un adolescente vulnerable siempre buscará el amor antes que la satisfacción sexual. Y a cambio de los gestos de cariño (o de la cantidad de dinero que necesita su familia) a la que aspira, aceptará convertirse en objeto de placer y renunciará durante mucho tiempo a ser sujeto, actor y dueño de su sexualidad.”, conjetura Springora en su relato.
En el capítulo final, queda en evidencia que escribir ‘El consentimiento’ fue la manera que Vanessa Springora encontró para re-apropiarse de su propia palabra, la que le fue arrebatada junto con muchas otras vivencias. La escritura se convierte, entonces, en la forma de exorcizar un pasado y ponerle un punto final a una historia que por mucho tiempo solo tuvo una voz.
“Para darme valor, acabé aferrándome a estos argumentos: si quería calmar de una vez por toda mi rabia y re-apropiarme de este capítulo de mi vida, sin duda escribir era el mejor remedio. […] Porque escribir suponía volver a ser el sujeto de mi propia historia. Una historia que me habían confiscado hacía demasiado tiempo”- sentencia la escritora.