¡Dolor! Ha pasado 1 año y unos meses desde que la pandemia y el confinamiento se hicieron un espacio en el día a día de los argentinos. La ola de contagios, las muertes, el cierre de comercios y la pérdida de trabajo no ha hecho más que aumentar desde marzo del año pasado, y con ello, ha dejado una sensación de malestar y conmoción en la sociedad. La mala gestión y el deterioro sanitario han sido cómplices del COVID-19.
Una imagen del dolor
El pasado martes 26 de mayo, se daba a conocer a través de los medios otra injusticia a raíz del mal manejo y la precariedad en el sistema de salud argentino: Lara Arreguiz, una joven santafesina de 22 años, quien era paciente de riesgo al ser insulino-dependiente, murió de COVID-19 tras largas esperas e idas y venidas para conseguir una cama en algún hospital para ser tratada.
La imagen de Lara recostada en un piso frío y duro, el cual indigna a cualquiera que haya visto la foto el la publicación de su madre, dormida por el agotamiento provocado por los síntomas de la enfermedad y la larga espera para ser atendida, no tardó en recorrer todo el mundo e indignar a las personas.
El colapso a nivel sanitario, las precarias condiciones laborales e infraestructurales que deben aguantar los médicos y enfermos y la inoperancia del presidente y su gabinete ha dado lugar a que hechos como el caso de Lara se repitan frecuentemente.
Con una disponibilidad limitada de vacunas, sin camas en los distintos centros de salud y un gobierno que lo único que ha hecho este tiempo fue suscitar a que estos hechos sucedan, mientras ellos disfrutaban de reuniones sociales, velorios multitudinarios y vacunas a su disposición, la Argentina se ha convertido en una víctima de este virus y la inoperancia de quienes están al poder.
Hasta el día de la fecha, una de las cuestiones que tiene en vela a toda la nación es la compra de vacunas.
Es el segundo año de Alberto Fernández como presidente y, a diferencia de otros gobernantes en el mundo, este no ha logrado frenar la ola de contagios ni de muertes por COVID-19, como tampoco ha conseguido un buen trato por las vacunas que tanto necesita su país debido a “problemas” o “desacuerdos” con los grandes laboratorios.
Mientras Argentina se encuentra en un estado de incertidumbre con menos del 10% de la población a nivel nacional vacunada, sus vecinos limítrofes han hecho compras enormes de las distintas dosis del mercado y han logrado, en el mismo tiempo de la gestión de Fernández, vacunar a casi la mitad de su gente.
Con una economía que cada vez va más en declive, una tasa de desempleo que sobrepasa el 50%, familias al borde de la indigencia y, sobretodo, un sistema de salubridad a la deriva, sufre la nación y quienes la habitan.
Es hora de que Fernández y su gabinete tomen con seriedad una decisión frente al mal que han provocado y muestren un poco de solidaridad, que, si bien no es la solución a todos estos problemas, es un comienzo de un largo camino para que se “humanicen”.