Filtros de Instagram: demasiadas caras de la misma moneda
Todos los días muchas personas entran casi instintivamente a revisar las redes sociales. Algunas abren su Instagram, chequean su inicio y las historias de los usuarios a los que siguen; una tras otra van pasando a gran velocidad contenido que otres comparten. Si bien las opciones son infinitas, algo realmente llamativo es encontrarse con la tendencia de las selfies enmascaradas detrás de los múltiples filtros que ofrece la aplicación.
Si bien los filtros comenzaron con Snapchat como una herramienta para agregar características divertidas a las fotos (orejas de animales, rasgos de criaturas mitológicas, anatomías caricaturescas y demás), desde hace un tiempo que esta modalidad fue tomada por Instagram y llevada a otro nivel. Nos encontramos en una instancia donde los filtros tienen como función más demandada la modificación sutil (y a veces no tanto) de rasgos en los rostros de las personas. Aunque algunes pueden tomarlo tan solo como un juego, otras personas ven esto como la posibilidad de “corregir” lo que ellas mismas consideran imperfecciones.
A pesar de que esto pueda parecer inocente para muches, para otres representa la punta del iceberg de una problemática difícil de afrontar: la del interminable enfrentamiento entre la autoestima vs imagen corporal. Entonces, cuando usamos filtros ¿lo tomamos como un recurso lúdico para divertirnos? ¿o buscamos intencionalmente corregir aspectos de nuestra imagen que no nos gustan?, ¿Aplicamos estas máscaras de manera ocasional? ¿o nos escondemos tras ella en todas las fotos que subimos?, ¿Cómo impacta el uso de filtros en la imagen corporal?
Autoestima, imagen y dismorfia corporal
La autoestima puede definirse como la autovaloración o evaluación que cada persona hace de sí misma, a veces tomando como punto de comparación a su yo ideal. Dicho así pareciera que esta no es más que un fenómeno que se manifiesta en la individualidad de cada une, pero la realidad es que la autoestima también está fuertemente ligada al vínculo que tenemos con les demás. Deberíamos cuestionarnos si los vínculos que tenemos actualmente refuerzan o debilitan nuestra autoestima.
Por otra parte, la imagen corporal es la representación mental que cada persona tiene sobre su propio aspecto físico. Nos muestra cómo nos vemos a nosotros mismos y cómo entendemos la imagen que nos devuelve el espejo, cómo creemos que somos. La imagen corporal influye mucho sobre nuestra autoestima (una imagen corporal positiva trae aparejada una autoestima más elevada y viceversa)
Ahora, ¿qué pasa con nuestra autoestima e imagen corporal en un contexto donde una de las redes sociales más usadas por los usuarios ofrece incansablemente filtros que modifican la imagen que nos devuelve la cámara frontal del celular? Según un análisis hecho por Saiphoo y Vahedi en 2019, en redes sociales se han encontrado impactos tanto negativos como positivos y, algunos casos, ningún tipo de impacto; por lo que podemos entender que el impacto en realidad dependerá del uso que cada individuo le dé a las herramientas ofrecidas por la aplicación.
Al margen de esto, los autores también han observado que las publicaciones que suelen tener un mayor impacto negativo sobre la autoestima son las que proponen como tema central la apariencia de las personas, contenido que abunda en la aplicación de Instagram; pero los estudios específicos acerca de la última aún no son concluyentes.
Dentro de la proporción de usuarios sobre los que las redes sociales generan un impacto negativo, los filtros de Instagram terminan por colaborar con la dismorfia corporal. La dismorfia corporal es un trastorno por el cual las personas le dan una importancia enorme a los defectos, inventados o reales, que consideran tener. En el caso de los defectos «reales», estos tienden a verse de manera exagerada.
Entonces, las personas que consideran tener determinado “defecto” encuentran en los filtros de Instagram un refugio donde pueden corregir esos pequeños “desperfectos” que consideran que tienen su rostro o cuerpo. Esto termina por ser un obstáculo para aceptar los rasgos naturales que han sido disfrazados de imperfecciones por la sociedad a lo largo de muchísimos años.
Cirugías reconstructivas
Está claro que las intervenciones en el cuerpo no son nada reciente ni novedoso, tanto es así que ya en el Egipto faraónico las personas que realizaban intervenciones se preocupaban por los resultados estéticos que éstas podían tener, aunque las mismas fueran realizadas con fines meramente reconstructivos. Muchísimos antecedentes también se encuentran en el Susruta Samhita, colección de libros médicos de la India escritos aproximadamente 800 años antes de cristo. En este caso puntual las cirugías eran una herramienta para la reconstrucción de miembros amputados o deformados producto de castigos a “infracciones” cometidas por los ciudadanos.
Siguiendo la línea temporal los periodos de posguerra también representaron picos de alta demanda de cirugías reconstructivas, donde las personas buscaban poder reconectar con sus rasgos físicos posteriores a las secuelas de los conflictos bélicos en sus cuerpos. Las intervenciones en la historia a nivel global son increíblemente numerosas, estos son solo algunos casos que sirven de base para enmarcar la cuestión estética de las intervenciones.
Cirugías estéticas
A raíz del aislamiento, muchas de las actividades que solían desarrollarse de manera presencial, comenzaron a trasladarse a la virtualidad, lo que culminó por hacer que, una gran porción de personas, comenzaran a vincularse a través de videollamadas o redes sociales. Ver la propia imagen de uno en la pantalla, devuelve una perspectiva que obviamente, no es la misma que percibimos en el espejo.
Al crecer la cantidad de horas que los usuarios pasan delante (¿o detrás?) de las pantallas, también creció en algunos casos la utilización de filtros en los contenidos, ya sea para usar efectos divertidos, tapar rasgos del propio rostro o simplemente para variar.
Para algunos usuarios de la red, esta nueva perspectiva de su imagen representó un acercamiento a considerar posibles cirugías estéticas en el futuro. De hecho, la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora (Sacper) estima que el número de cirugías plásticas realizadas hasta fines del 2021 son 3 veces mayores a las que se hicieron en noviembre del 2019.
Si bien en el siglo XX lo más común a la hora de acercarse a un profesional era tomar como norte algún rasgo deseado de alguna figura famosa, a partir del surgimiento de los nuevos filtros, la gente se dirige a los consultorios casi exclusivamente con las fotos que se toman con las mascaras de Instagram, lo que generó un cambio de paradigma muy fuerte en este campo.
Les pacientes en Argentina, casi equiparado entre hombres y mujeres, demandan cirugías en la nariz, en pómulos, párpados y papada, aumento mamario y lipoescultura o pequeñas intervenciones que no precisan bisturí, así como rellenos faciales con ácido hialurónico y toxina botulínica e implantes capilares.
Las formas de vincularse
El universal no existe, cada persona tiene un vinculo particular con su imagen corporal. Para algunas la cirugía o los filtros de instagram representan una herramienta que las ayuda a sentirse más seguras consigo mismas, pero para quienes tienen una percepción muy negativa de su imagen esto puede resultar por acrecentar las inseguridades que tienen sobre si mismas.
Ahora quizá estemos más habilitades a preguntarnos cuál es el vinculo que tenemos con las redes y con los filtros, nos permitamos cuestionar cómo realmente nos sentimos al utilizarlos ¿nos ayudan a sentirnos mejor? ¿o solamente aumentan la sensación de incomodidad con el cuerpo que habitamos?
Por supuesto que los filtros y las cirugías no representan ningún tipo de amenaza para nuestra imagen corporal por sí mismos, la amenaza se encuentra en la utilidad que los usuarios le den, entonces quizá sea momento de preguntarnos: yo ¿qué uso le doy?