
Gaspar Noé nació en Buenos Aires en 1963 y su infancia se desplegó por esta ciudad y Nueva York, para más tarde terminar en París. Es hijo de Luis Felipe Noé, reconocido artista plástico con un fuerte estilo neoexpresionismo, neofigurativo, postinformalista y más. Fue integrante del ya disuelto grupo “Nueva figuración Argentina” y es referente directo de las obras y creaciones de Gaspar.
A raíz del Golpe de Estado del año 76, la familia se exilió en Francia, donde Gaspar comenzó sus estudios de cine y se dio espacio para crear icónicas y resonantes producciones. Comenzó a pensarlas desde un lugar en el cual las decisiones humanas son tomadas en situaciones límites, complejas y extremas, generalmente conducidas por un estado de ira y angustia. Sus primeros proyectos evidencian una gran dificultad para su financiación, simplemente por los temas que tocaba Gaspar, teniendo una libertad creativa muy evidente y desenfrenada, dispuesta a mucho.
Su primer largometraje y con el cual obtuvo renombre fue su cortometraje “Carne” (1992), el cual tardó dos años en realizarlo. Con esta producción, se ganó un reconocimiento que le valió para realizar su siguiente producción, ya largometraje, “Solo contra todos” (1998). A partir de esta, «Carne» fue tomada como precuela y enlazada mucho después a la película Irreversible (2002) en los primeros minutos de pantalla.
Las obras de Gaspar Noé se caracterizan por un inicio fuerte, algo que sacude y apela, por así decirlo, al espectador. Noé busca un golpe, un choque, una sensación de incertidumbre, miedo tal vez, incomodidad permanente, para así mantener viva la atención de ese público que no puede perderse nada de lo que está ocurriendo en pantalla porque quedaría fuera de la experiencia (inusual y poseedora) que implican las películas del director.
Son producciones de carácter duro. Lo que le interesa a Gaspar es el trance hipnótico en el que uno se puede sumergir y sumergir a sí mismo a un espectador, casi como si fuese un chamán hipnotizando con sus gualichos y conjuros.
Siguiendo con sus proyectos, no todo fue cine. En 1998 Gaspar filma una película pornográfica encargada por el Ministerio Francés de salud “Sodomitas”: A la hora de la perversión sexual todo es válido, menos que no uses condón. Al filmar este corto, el director empieza a afianzarse en su estilo y técnica de movimientos bruscos de cámara y el uso del ritmo marcado por cortes tan cortos que te hace vivir en un plano secuencia constante e imparable. De esta manera, Gaspar encontró esa atracción visual que necesitaba para lograr su cometido: absorber al espectador, visual y sensitivamente, al punto de dejarlo alienado de su aquí y ahora.
La consagración de Noé

Irreversible (2002) desemboca en ser el punto máximo de su carrera. Teniendo en cuenta la pareja protagonista de ese momento, Monica Bellucci y Vicent Cassel, obtuvo el presupuesto necesario para hacer de un simple largometraje, una película de culto:
Irreversible. Porque el tiempo lo destruye todo, porque algunos actos son irreversibles, porque el hombre es un animal, porque el deseo de venganza es un impulso natural, porque los crímenes permanecen impunes, porque el amor es la fuente de la vida, porque toda la historia está escrita con sangre y esperma, porque las premoniciones alteran el curso de los acontecimientos, porque el tiempo siempre revela todo, lo bueno y lo malo.
Irreversible lo puso en boca de los más grandes cineastas y la industria comenzó a mirarlo de cerca. En esa ocasión, fue nominado en el Festival de Cannes y ganó varios premios (el del Festival de San Diego, entre otros).
Fue esa escena de 9 minutos en donde la memorable Mónica Bellucci realiza la impactante performance de una violación. La secuencia y arrinconamiento del personaje de Bellucci en un pasaje cerrado, las paredes rojas y los transeúntes que la pasan por el costado hasta quedarse sola frente a su agresor.
Esos 9 minutos estremecen hasta la última célula del cuerpo y los nervios no se controlan; el cuerpo pide resistencia. El dolor físico y espiritual que irradia la escena es el concepto desarrollado en las producciones de culto de Gaspar Noé. No basta con impresionar a los ojos nada más, en cambio, se propone un sentir más excesivo: un sentimiento de rendición, de angustia por el desconocimiento del cómo actuar, cómo accionar, cuando el cuerpo está luchando e impedido de moverse.
De principio a fin, se intenta dar pistas al espectador sobre qué está ocurriendo, pero no se lo deja comprender ni tomar el control de la sensación generada. Nada es directamente lógico, pero debajo de todo eso hay un por qué, que sólo se develará más adelante. Películas cargadas de fuerza; narrativas dramáticas y violentas por igual; estructuras de tiempos fragmentados; colores definidos y ambientes con arquitectura determinada; música estremecedora; luces que pueden enceguecer o desentender.
No se puede ver con claridad y eso enoja, asusta, angustia. Gaspar Noé tiene todo pensado. El estado psicológico de los personajes, esa inestabilidad constante, traspasa la pantalla y se adentra en el público, quienes terminan sintiendo ese estado de incertidumbre y vacilación.
Los personajes del también guionista son finamente trabajados. Más allá de las peculiaridades del carácter que puede exteriorizarse y advertirse con simpleza, se encuentra el hecho de la reacción, la mirada, la decisión tomada. Esta cuestión de llevar al límite a una persona y ver cómo funciona en su lado más animal, quitándose el manto del superyo y cómo la sociedad indica el deber accionar, ahí es donde se pone el foco.
Versatilidad e Irreverencia
La noche, drogas y sexo son parte del universo Gaspar Noé, también lo son las violaciones y los puntos de vista que supone a partir de ello. Gaspar divide Irreversible en dos partes: después de la violación (y la necesidad de venganza) y antes de la violación (mostrando la inocencia y felicidad del afectado). Sin embargo, no todo es dolor y desesperación, también hay lugar para el placer y hasta para el amor. Tanto Love (2015) como Clímax (2018) pueden entenderse como ejemplos de ese universo de goce al que hace referencia Noé.
En Love encontramos placer real, eyaculación, tríos, preservativos rotos, exploración de la sexualidad, toxicidad, todo en torno a una historia de amor de jóvenes que se encuentran perdidamente enamorados, casi sin poder respirar sin el otro. Personajes inocentes e inmaduros, que en ciertos momentos deben mostrarse maduros, y la desesperación por no conseguir lo que quieren.
Clímax lleva distintos goces al máximo: bailar frenéticamente, aturdidos por la gente y la fuerza de la música, las luces escasas y la imposibilidad de salir de la habitación, potenciados por el éxtasis y la libre sensualidad y sexualidad. Esa sensación de un levitar constante por el simple hecho de tener la libido explotada a más no poder.
La versatilidad de Gaspar Noé cae en presentar este tipo de producciones y luego rearmar una película en pandemia con un guion de 10 páginas ni más ni menos. Vortex (2021) es evidencia de ello. Conceptualizando la muerte, queriendo retratarla desde un espacio del amor y el cuidado de una pareja de octogenarios, el director sucumbe a otro tipo de historia sin perder su estilo. El culto de Gaspar Noé es caprichoso pero no decide terminarse.
Sin duda, es uno de los artistas visuales contemporáneos más interesantes. Sus propuestas llevan al espectador al extremo mientras intenta renovar sus ideas constantemente, siempre entendiendo al cine como un alucinógeno, un estimulante, un lugar donde el tiempo frena y se mueve hacia otras realidades, destructivas, violentas, placenteras o angustiantes.