
Gentrificación en Latinoamérica: Un desafío urbano compartido
Buenos Aires, la “París de Sudamérica”, ha sido históricamente un caleidoscopio cultural y un escenario de profundas transformaciones urbanas. Desde los albores del siglo XX, la ciudad ha experimentado procesos de cambio que han moldeado tanto su fisonomía como su tejido social. Entre dichos procesos, la gentrificación, entendida como la transformación de barrios populares a partir de la llegada de residentes con mayor poder adquisitivo, ha dejado una huella indeleble en la historia urbana porteña.
Lejos de ser un fenómeno reciente, la gentrificación en Buenos Aires tiene raíces profundas. Desde los primeros indicios de transformación urbana con la llegada de inmigrantes europeos y la expansión hacia los barrios periféricos, la ciudad ha sido testigo de cambios notables en la arquitectura, el uso del suelo y la composición social de numerosos distritos. Algunos de los primeros en experimentar estas metamorfosis fueron San Telmo y La Boca, barrios con una rica historia y un gran legado cultural.
Este trabajo periodístico busca explorar la historia de la gentrificación en Buenos Aires, desde sus primeras manifestaciones hasta la actualidad, para comprender sus causas, consecuencias y perspectivas futuras. Se propone, además, comparar este fenómeno con lo ocurrido en otras ciudades latinoamericanas, como Ciudad de México y Santiago de Chile, con el fin de identificar patrones y diferencias, y reflexionar sobre los desafíos y oportunidades que la gentrificación plantea para la construcción de ciudades más justas e inclusivas.

Primeros indicios y transformaciones urbanas (fines del s. XIX y principios del s. XX)
A finales del siglo XIX y principios del XX, Buenos Aires vivió fuertes transformaciones que sentaron las bases de futuros procesos de gentrificación. San Telmo, por ejemplo, se caracterizaba por sus construcciones coloniales y calles empedradas. La llegada de inmigrantes europeos modificó su composición social, convirtiéndolo en un crisol de culturas. Sus majestuosas casonas pasaron a subdividirse en múltiples viviendas, donde diversas familias compartían patios y espacios comunes, tejiendo nuevas redes de convivencia.
Poco después, el mercado de San Telmo surgió como un laberinto de puestos que ofrecían desde objetos de segunda mano hasta antigüedades, atrayendo a coleccionistas y turistas. Esta fusión de influencias alimentó un ambiente bohemio que acogió a pintores y artistas como Ernesto de la Cárcova, cuyas obras reflejaban los contrastes sociales del barrio.
“Los patios, antes silenciosos testigos de la vida patricia, ahora resonaban con el bullicio de múltiples voces y acentos”,
recuerda María, vecina de San Telmo cuya familia llegó de Italia a principios del siglo XX.
El puerto y la identidad de La Boca
En La Boca, la inmigración italiana —especialmente genovesa— y la función portuaria propiciaron cambios significativos. La actividad del puerto atrajo a trabajadores, marineros y artistas, dando origen a los característicos conventillos, construcciones precarias hechas con materiales reciclados.
“Los conventillos eran como pequeñas ciudades dentro del barrio”,
rememora Don Pedro, antiguo residente de La Boca. “La vida comunitaria era intensa: compartíamos casi todo”.
El artista Benito Quinquela Martín impulsó una identidad cultural distintiva, utilizando colores vivos en las fachadas y promoviendo el paseo de Caminito, que comenzó como iniciativa para embellecer el barrio y atraer visitantes. La cultura portuaria se entrelazó con el arte y el turismo incipiente.

Infraestructura, arquitectura y nuevos usos del suelo
Las transformaciones de inicios del siglo XX también incluyeron la instalación de alumbrado público, la pavimentación de calles y la expansión de la red de tranvías, facilitando la movilidad de los residentes y promoviendo la renovación de edificios antiguos. En La Boca, el uso de colores alegres en las fachadas dio al barrio su sello característico, mientras que en San Telmo se abrieron cafés, restaurantes y comercios relacionados con el arte y las antigüedades.
La inmigración europea, la inversión pública en infraestructura y el crecimiento del turismo alimentaron un auge cultural y económico, pero también generaron desplazamiento de sectores vulnerables y el riesgo de homogeneización cultural. Estas primeras transformaciones, con sus luces y sombras, sentaron los cimientos de la gentrificación porteña que se intensificaría en décadas posteriores.
Conclusión de la sección: La llegada de inmigrantes y la expansión urbana impulsaron cambios profundos en San Telmo y La Boca, introduciendo elementos que anticiparon las dinámicas de gentrificación. La coexistencia de diferentes culturas, la renovación de espacios y la valorización del patrimonio marcaron el inicio de un largo proceso de recambio social en la ciudad.
Evolución de la gentrificación en Buenos Aires: Décadas siguientes
Década de 1930-1940: Cambios en el modelo urbano
En los años 30, Buenos Aires comenzó a consolidar un modelo de ciudad más planificado. Con la irrupción del peronismo a mediados de los 40, cobraron fuerza las políticas de vivienda popular, como la construcción de grandes complejos habitacionales (por ejemplo, el barrio de Ciudad Evita) y la expansión de la infraestructura vial. Estas mejoras beneficiaron a muchos sectores, pero también implicaron la erradicación de villas y el desplazamiento de familias a zonas periféricas, generando tensiones en la estructuración social.
Década de 1950-1970: El auge de la clase media
La creciente clase media de este período potenció el mercado inmobiliario, con la aparición de nuevos edificios de departamentos en barrios como Belgrano o Caballito y la renovación de viviendas antiguas en Palermo o Recoleta. La llegada de residentes con diversos perfiles (profesionales, comerciantes y empleados públicos) transformó la identidad barrial. No obstante, estas dinámicas no afectaron por igual a todos los distritos, y algunos se gentrificaron con mayor intensidad que otros.
Década de 1980-1990: El impacto de la globalización
La apertura económica y la entrada de inversiones extranjeras marcaron estas décadas, fomentando el turismo y la transformación de barrios tradicionales, sobre todo San Telmo y La Boca, que ya contaban con un valor patrimonial y cultural notable. La crisis económica de finales de los 90 generó, simultáneamente, la salida de muchos residentes y oportunidades para inversores que adquirieron inmuebles a precios bajos para refaccionarlos y subir su valor.
Década de 2000: Recuperación y consolidación del turismo
Tras la crisis de 2001, Buenos Aires experimentó un resurgir económico, impulsado en parte por el auge turístico. Barrios como Palermo se convirtieron en polos de gastronomía y ocio de alta gama. San Telmo, con su legado histórico y ambiente bohemio, atrajo a visitantes nacionales e internacionales, provocando un alza en los alquileres y la aparición de hoteles boutique, restaurantes y casas de tango. Este contexto favoreció la llegada de jóvenes profesionales, extranjeros y locales, que aceleraron la gentrificación.
Década de 2010 y actualidad: Nuevas formas de gentrificación
En la última década, han surgido formas de gentrificación ligadas a la economía de plataformas. Plataformas de alquiler temporario, como Airbnb, elevan los precios de los arrendamientos, afectando especialmente a barrios con gran atractivo turístico. Asimismo, la gentrificación digital se observa en la llegada de empresas tecnológicas y espacios de coworking en zonas emergentes como Chacarita o Villa Crespo, favoreciendo el asentamiento de residentes de mayor poder adquisitivo y el consiguiente desplazamiento de vecinos tradicionales.
Conclusión de la sección: Durante casi un siglo, Buenos Aires ha experimentado múltiples oleadas de gentrificación vinculadas a factores políticos, económicos y sociales. Cada década dejó su impronta en la configuración urbana, afectando de modo desigual a distintos grupos sociales y expandiendo la transformación barrial en diversas escalas.
Análisis comparativo con otras ciudades latinoamericanas
Fenómenos compartidos y divergencias
La gentrificación de Buenos Aires presenta puntos en común con Ciudad de México y Santiago de Chile, en términos de inversión extranjera, especulación inmobiliaria y la llegada de turistas o nuevos residentes con mayores recursos. Sin embargo, cada ciudad exhibe particularidades:
- Ciudad de México: Experimenta una “gentrificación turística” muy marcada en zonas como La Roma y La Condesa, alimentada por plataformas digitales y un fuerte interés de extranjeros. Los terremotos (1985 y 2017) impulsaron además procesos de reconstrucción que encarecieron el suelo.
- Santiago de Chile: Asociada a políticas neoliberales y la renovación urbana desde los 90, con empresas inmobiliarias y fondos de inversión transformando barrios como Bellavista y Lastarria. Se observa una segregación socioespacial notable, donde los residentes con menores ingresos son empujados a la periferia.
- Buenos Aires: Combina factores históricos (migraciones tempranas, auge de la clase media) con el empuje turístico reciente, sobre todo en Palermo y San Telmo. La expansión de plataformas de alquileres temporarios y la “gentrificación digital” adquiere más fuerza que en otras urbes.
Puntos comparativos clave
- Rol del Estado: Varía de la promoción activa (Santiago) a la ambigüedad (Ciudad de México y Buenos Aires), donde la regulación tiende a ser débil frente al mercado inmobiliario.
- Impacto del turismo: Es fundamental en Ciudad de México y Buenos Aires; en Santiago, su efecto es menor pero se combina con fuertes inversiones privadas.
- Desigualdad social: El desplazamiento y la exclusión de grupos vulnerables es un patrón común, si bien la intensidad difiere según la situación política y económica local.
Conclusión de la sección: El análisis comparado revela que, aunque la gentrificación sea un fenómeno común a diversas capitales latinoamericanas, los matices dependen de la interacción entre políticas públicas, turismo, inversores y dinámicas culturales propias de cada lugar.
Actores involucrados en la gentrificación
Son los principales impulsores de la especulación con el suelo y la vivienda. Su objetivo es maximizar ganancias mediante la renovación de inmuebles antiguos o la construcción de edificios de lujo, desplazando a los residentes locales de menores ingresos. Desde una perspectiva marxista, la gentrificación se interpreta como un proceso de acumulación de capital donde el suelo pasa a ser una mercancía apetecida.
El Estado puede actuar como regulador o cómplice, según la voluntad política y la influencia de grupos económicos. La promoción del turismo masivo, las exenciones tributarias para inversiones o la carencia de una política de alquileres accesibles fomentan la gentrificación. Bajo una mirada feminista, se advierte que las mujeres de bajos ingresos son quienes sufren con más fuerza el desplazamiento y la desprotección.
La economía de plataformas (Airbnb, Booking) ha modificado el mercado inmobiliario, encareciendo los alquileres de larga duración y reduciendo la oferta para residentes locales. El turismo, si bien aporta ingresos, puede degradar la vida barrial cuando desplaza comercios tradicionales y homogeniza la oferta cultural. No todo turismo es beneficioso para la población local.
Los principales afectados son las comunidades locales, que a menudo pierden acceso a servicios básicos y ven cómo sus redes de apoyo se debilitan. Las asambleas vecinales y otras organizaciones sirven de contrapeso, ya que visibilizan estos conflictos y proponen alternativas como proyectos de vivienda social. Es vital remarcar el impacto diferenciado según la pertenencia étnica, la edad o el género.
Conclusión de la sección: La gentrificación involucra una compleja red de actores —inmobiliarios, estatales, turísticos y comunitarios— cuyas relaciones de poder explican las desigualdades y conflictos que surgen en los barrios en proceso de recambio social.
Impacto de la gentrificación en las comunidades
El alza en los alquileres y el encarecimiento de los servicios obliga a numerosos residentes de bajos ingresos a mudarse, rompiendo sus lazos barriales e incrementando la segregación. El desplazamiento suele afectar de forma desproporcionada a las minorías, adultos mayores y familias monoparentales.
La llegada de nuevos residentes con patrones de consumo distintos puede desplazar comercios tradicionales y diluir las costumbres locales. Los barrios pierden parte de su idiosincrasia y ven cómo se debilitan los lazos de vecindad fundamentales para la cohesión social.
El encarecimiento de la tierra y la vivienda reduce la oferta para residentes de menores recursos. Asimismo, la saturación de servicios (transporte, salud, educación) puede intensificarse si no se ajustan a la nueva demanda. La privatización de espacios públicos o su orientación hacia el turismo también merma el uso comunitario.
La pérdida de redes barriales, la sensación de desarraigo y la incertidumbre sobre el futuro agravan el estrés y la ansiedad, generando un profundo impacto en la salud mental de las comunidades expulsadas o en riesgo de serlo.
Conclusión de la sección: La gentrificación no solo implica cambios físicos en la ciudad, sino también transformaciones profundas en la vida cotidiana de los habitantes, afectando la identidad cultural, la cohesión social y el bienestar emocional de quienes se ven desplazados.
Políticas públicas y resistencia social
Las políticas urbanas pueden moderar o acelerar la gentrificación. Regular el mercado inmobiliario, incentivar la vivienda social y planificar el uso del suelo con participación ciudadana son estrategias que protegen a los residentes locales. Sin embargo, la falta de voluntad política y la influencia de grupos económicos suelen obstaculizar estas medidas.
La legislatura también debe asumir un rol clave en la creación de leyes que impidan la especulación descontrolada y garanticen la participación de las comunidades afectadas.
La resistencia social a la gentrificación se articula mediante asambleas, acciones legales y campañas que visibilizan las consecuencias de los desalojos y la homogeneización cultural. Aunque afrontan numerosos retos —falta de recursos, criminalización de la protesta—, estos movimientos logran victorias puntuales, como la creación de fondos de vivienda social o la paralización de grandes proyectos inmobiliarios que atentan contra la comunidad.
La lucha contra la gentrificación requiere un enfoque amplio que combine políticas públicas efectivas y la fortaleza de la resistencia social, sin perder de vista la perspectiva de género y la diversidad cultural. Identificar los obstáculos principales (carencia de voluntad política, intereses de inversores, escasa participación ciudadana) resulta esencial para superarlos.
Conclusión de la sección: Las políticas de vivienda y el rol del Estado son decisivos para frenar la especulación, pero la movilización de las comunidades y el fortalecimiento de los derechos urbanos son piezas fundamentales en la construcción de ciudades más incluyentes.
Hacia ciudades más justas e inclusivas
La gentrificación en Buenos Aires, Ciudad de México y Santiago de Chile, analizada de manera comparativa, evidencia que nos encontramos ante un desafío urbano común en Latinoamérica. La especulación inmobiliaria, la inversión extranjera y el turismo masivo coinciden como motores de un fenómeno que encarece la vivienda, expulsa a los residentes locales y uniformiza la oferta cultural.
Si bien cada ciudad tiene particularidades (históricas, económicas, políticas), se observan patrones compartidos: desplazamiento de sectores vulnerables, ruptura de redes barriales y crecimiento de la desigualdad. La falta de políticas públicas efectivas, la influencia de los intereses privados y la escasa participación ciudadana contribuyen a que la gentrificación avance sin freno, debilitando la diversidad cultural y el sentido de pertenencia.
Por otro lado, la resistencia social —mediante el activismo barrial, la legislación participativa y la concientización ciudadana— ha logrado contrarrestar algunos proyectos especulativos y poner en el debate público la necesidad de regular el mercado inmobiliario. Sin embargo, aún queda mucho camino por recorrer en la búsqueda de ciudades más justas e inclusivas, donde las políticas urbanas contemplen la pluralidad de voces y defiendan el derecho a la vivienda y a la cultura local.
Este análisis invita a profundizar la investigación y a mantener una mirada crítica sobre la gentrificación, reconociendo sus raíces históricas y asumiendo la responsabilidad de encontrar soluciones innovadoras y participativas. Solo así podremos garantizar que el desarrollo urbano no signifique, en simultáneo, la exclusión social y la pérdida de identidad de los barrios.
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