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La birome: el invento argentino que hizo de la escritura un arma equitativa

La escritura es el recurso más poderoso y, tal vez, el único distribuido de manera equitativa entre los hombres y mujeres. Es el arma que une, que no lastima y hace a cada uno un poco más fuertes. Hoy, como cada trece de junio, se conmemora en la República Argentina el día del escritor en honor al político, poeta y periodista Leopoldo Lugones.

La birome y la escritura

El poder puede manifestarse en distintas formas, pero, sobre todo, en el dinero y en el éxito. Es por esto que se considera a pocas personas como poderosas, porque no todas pueden tener grandes fortunas ni tampoco muchas pueden ser tildadas de exitosas bajo estos parámetros.

Si se busca en Google “quién es la persona más poderosa de la Argentina”, los primeros títulos de los grandes medios tildan “Los más ricos de la Argentina” y de igual manera sucede si se indaga sobre el poder de los países en general. El dinero y el poder se ven intrínsecamente ligados.

birome

Esta necesidad de establecer diferencias entre los ciudadanos del mundo es constante y logra la segmentación de brechas cada vez más grandes. Para algunos, esto resulta bueno, para otros, lo contrario. Sin embargo, hay algo que todos tenemos y nos hace equitativamente iguales.

Si bien algunos pueden hacerlo mejor por su educación, vocación y pasión, es un instrumento que, incluso aquellos que no lo utilizan correctamente, poseen. Y es la escritura.

Escribir “quisiera” o «quiziera», no es lo mismo. De hecho, podría decirse que la segunda palabra no existe, porque así es, sería un invento. Sin embargo, quien sea que lea ese término puede entender qué es, a qué se refiere, por lo tanto, a pesar de los errores, todos tenemos el recurso. Aunque para algunos esté más afilado que para otros.

Sin embargo, para llevarlo a cabo, también hay que tener el arma. Así como para poder pintar hay que tener un pincel y un lienzo, en este caso hay que tener una tinta que marque. Pero no fue hasta fines de 1930, con el invento de Ladislao Biro patentado en la Argentina, que el acceso a la escritura comenzó a darse de manera equitativa.

Antes de esa fecha, cuando se quería escribir en un diario íntimo, una carta para un amigo o un recordatorio, sucedían dos cuestiones. Primero, se debía poseer dinero para poder comprar una pluma y, por el otro lado, se tenía que ser muy cuidadoso para que la tinta no se expanda por el papel borrando los escritos.

Ladislao José Biro era un periodista húngaro de aquella época en donde aún, muchas de las entregas se hacían a mano. Cansado de esta situación, decidió que era momento de sumar un nuevo invento, entre sus tantos otros que ya había creado, que permitiera no manchar la palabra y sea accesible para la gran mayoría.

Pero lo que sucedía, era que el país natal de Biro se encontraba en crisis debido a la Segunda Guerra Mundial mientras se desencadenaba en paralelo su invento, y le era imposible llevarlo a cabo. Pero a partir de un encuentro con el ex presidente argentino, Agustín Pedro Justo, su proyecto comenzó a ver la luz al final del túnel cuando le propuso asentarse en el país de América Latina y nacionalizarse para poder producir el arma masiva que le otorgaría poder a casi todos: la birome.

Conocido con distintos nombres en diferentes países del mundo, como bolígrafo, el boli o la biro, el invento bautizado a partir de la unión de los apellidos Biro y el de su socio Meyne, redujo los ingresos de las marcas creadoras de plumas estilográficas tradicionales debido a su calidad y bajo costo.

De esta manera, las empresas de alta gama comenzaron a producir las biromes pero con características particulares, con ciertos colores y formas, para no perder a sus clientes y que puedan seguir distinguiéndose del resto.

Sin embargo, con el paso del tiempo, el tradicional birome comenzó a aparecer en los distintos países del mundo y entre las diferentes clases sociales convirtiéndose en un elemento cotidiano en las casillas, en las mansiones y en los conventillos.

Pasó a ser testigo de las listas de almacén que hacía Serafina para que su hijo se las diera al almacenero, de las cartas que se enviaban entre amantes de las clases más altas de Buenos Aires, espectador de las lágrimas de los poetas y cómplice de los secretos de los periodistas.

Pasó a ser la única arma que tanto los más ricos del país como los de menos recursos poseían para realizar la misma acción: escribir.

Como cada trece de junio, se celebra en la Argentina el Día del Escritor conmemorando el nacimiento del referido Leopoldo Lugones, fecha propuesta por la Sociedad Argentina de Escritores. fundada por él mismo, diez años antes de quitarse la vida.

Si bien Lugones fue criticado por muchos y admirado por otros, este día invita a cada uno a reflexionar sobre el poder de la escritura en sí misma. En el valor de poder poner en palabras aquello que sentimos, aquello que queremos decir muchas veces sin ser oídos y preservar en la intimidad.

En la fuerza que cargamos en esa arma que, como tal, tenemos que usar con cuidadosamente, porque es la más poderosa de todas. Tal como decía Lugones “Sed, pues, conscientes poseedores de la fuerza bendita que lleváis dentro de vosotros mismos”.

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