Cuando el coronavirus comenzó a desparramarse por el mundo, hubo ciertos hábitos a los cuales tuvimos que renunciar y entró en auge la cultura criolla. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, las salidas a los famosos boliches eran rituales de los que adolescentes y jóvenes adultos formaban parte los fines de semana, casi religiosamente. La primera parte, conocida como “la previa” o “pre boliche”, empezaba a eso de las 12 a.m. y la ceremonia finalizaba a eso de las 6 a.m. coronando, en muchos casos, con un sánguche de la Costanera.
Si se pasa por la Avenida Rafael Obligado, uno puede notar que la mayor parte de la misma está compuesta por discotecas, bares, pubs, donde los que asistían esperaban a que el DJ remixe canciones de Wisin y Yandel, o de J Balvin, Tini Stoessel o María Becerra. Sin embargo, muchos otros jóvenes esperaban los jueves, viernes y sábados a reunirse en las peñas folklóricas para celebrar las raíces de la cultura argentina.
Cultura criolla en auge
En la ciudad se podían encontrar muchos tipos de peñas. Había algunas que puede decirse son más tradicionales, en donde se ofrecía comida como empanadas, locro y tamales mientras dos payadores comenzaban a entonar canciones populares en una pequeña tabla de madera que jugaba el papel de escenario. A estas peñas solían acudir personas de mayor edad, mientras que, en las otras, donde se fusionaban las costumbres de los jóvenes millennials con las tradiciones gauchas, solían estar copadas de argentinos de entre 18 a 30 años.
Cuando uno entraba, percibía un ambiente festivo, pero a la vez familiar, en donde los jóvenes bailaban al compás del charango y la guitarra criolla de la banda o conjunto que estaba tocando. También entonaban junto con sus amigos, y un Fernet de por medio, las distintas obras que eran las que escuchaban sus padres y las de nuevos artistas folklóricos que comenzaron a darse a conocer.
Estos adolescentes que acudían allí, antes de que se desatara la pandemia, son aquellos que suelen practicar en su vida cotidiana ciertas tradiciones, por ejemplo, les gustan las jineteadas, asisten a la exposición de ganadería y agricultura, a remates ganaderos, estudian agronomía, y les apasiona andar a caballo.
A ellos, sus familias les enseñaron lo valiosas que son las costumbres del lugar al cual uno pertenece y lo importante que es preservarlas para poder transmitirlas. Sin embargo, en los últimos dos años, más adolescentes provenientes de familias menos costumbristas comenzaron a acudir a las peñas descubriendo que también existe esta juventud que aún celebra el folklore argentino.
La cultura criolla siempre vigente
Las peñas eran el punto de intersección entre las 23 provincias, en donde se fundían los estilos musicales de cada coordenada del territorio nacional en un sólo sitio dando lugar al enriquecimiento cultural en tan solo una sola noche.
A diferencia de los boliches, en las peñas, el DJ era reemplazado por las bandas que tocaban en vivo haciendo del lugar una experiencia que se asemejaba a la de un pequeño recital, donde las voces de los artistas sonaban al unísono con las de los jóvenes dando paso a que comience el baile.
Llegado este momento, se podía notar a primera vista quienes eran aquellos que en su ADN llevaban los pasos de bailes típicos de la Argentina y los que se encontraban allí tratando de aprenderlos. Entre tema y tema, se aprovechaba para conocerse entre ellos y se enteraban si el motivo por el cual estaban allí era porque sus familias eran “camperas”, como las denominan, y mantenían las tradiciones o si estaban ahí para conocer nuevas propuestas de la noche porteña. En las peñas, en contraposición con los boliches, todos estaban bienvenidos.
Son muchas las bandas que surgieron en los últimos años que fueron catalogadas de hacer folklore moderno y son las más seguidas por los jóvenes. Una de ellas, que pasó a ser bandera de este género con más de 57 mil oyentes mensuales en Spotify, son Los Tabaleros.