laura palmer

En 1990, tres décadas atrás, conocimos a la icónica Laura Palmer -interpretada por Sheryl Lee- en la serie de culto Twin Peaks de David Lynch y Mark Frost. Nuestro primer encuentro con el personaje se produce cuando ella ya está muerta y envuelta en plástico a orillas del agua. Su cadáver es presentado al público con un aura que destila pureza y virginidad. Es, justamente, a partir de esa escena donde empieza el mito alrededor de este personaje emblemático, signo de la época en que se creó; sin embargo, aún hoy, Laura Palmer nos permite realizar una lectura contemporánea, con un enfoque feminista, y con conciencia de los cambios atravesados por la sociedad desde aquel entonces. Esta nota contiene spoilers.

La hibridación estética de Twin Peaks

Laura Palmer

La serie construye una trama en donde se habita la cotidianidad de una pequeña ciudad estadounidense arquetípica que, de un día para el otro, se ve acechada por una presencia ominosa: un asesino escondido entre los habitantes. Twin Peaks se convierte en un lugar sombrío, plagado de un misticismo constante, donde aumenta día a día la desconfianza en el otro. Todo se torna confuso y se manifiesta como signo de una inseguridad asentada hace tiempo en aquella pequeña sociedad, pero encubierta para mantener las apariencias. El lado oscuro de esta gran familia –la comunidad de Twin Peaks– se va manifestando a medida que avanzan los capítulos, con una mezcla entre crímenes y sucesos inexplicables.

El fantasma de Laura persigue a todos: adultos, jóvenes, e incluso al personaje principal de la serie, el agente especial del FBI Dale Cooper (Kyle MacLachlan), que llega a Twin Peaks decidido a resolver el misterio. Sus métodos son cuestionados por muchos de sus compañeros debido a que roza la excentricidad e incluso el esoterismo: se basa en visiones, interpretaciones de sus sueños, o rituales para avanzar en el caso. Esta es, quizás, una de las muchas particularidades que convierten a Twin Peaks en algo único y sin precedentes.

Esta serie no se encuentra atada a un solo género, convirtiéndose en hito en la historia de las series televisivas: híbrido entre thriller y drama, con muchos de sus aspectos narrativos y temáticos ligados al primero; y recursos que son exagerados hasta el punto del absurdo, dejando entrever el drama. Pero esto es tan sólo una aproximación: la potencia artística inagotable de esta obra no puede ser abordada desde las categorías de los géneros, o desde una perspectiva enfocada en el contenido. La serie es una mixtura de diversos elementos yuxtapuestos: desde relaciones amorosas entrecruzadas, un crimen y su respectiva investigación, hasta un tinte más surrealista, con un gigante que otorga pistas sobre el asesinato y la famosa habitación roja.

La serie no lleva a cabo la historia de una forma inocente: cada decisión estética está perfectamente medida, pensada de antemano para provocar una sensación específica en el espectador. Como la brillante y tenebrosa música, compuesta por Angelo Badalamenti, que con tan sólo unos pocos acordes eriza la piel, instaurando una atmósfera sombría; pero también cargada de una inexorable nostalgia, una angustia que se mete por los poros de quien está viendo la serie, y recorre lentamente su columna vertebral, provocándole escalofríos, temor, incomodidad.

Laura Palmer

Sheryl Lee, como Laura Palmer. Twin Peaks (1990)

La construcción del asesino

Sin embargo, no es en los logros estéticos en lo que se enfocará principalmente esta nota, sino en el personaje de Laura Palmer, quien fue utilizada por gran parte de los hombres más poderosos de Twin Peaks, y violada sistemáticamente por su padre desde los 12 años hasta su asesinato.

El homicidio se apoya en la complicidad de toda la ciudad: cada uno de los integrantes del lugar era consciente de lo que le estaba pasando a Laura – desde su involucramiento en redes de narcotráfico hasta su trabajo en un prostíbulo cuando aún estaba en la secundaria- pero no hacían nada para cambiarlo. Y ¿por qué?, ¿por qué no intervinieron e intentaron ayudarla? No hay una respuesta satisfactoria que repare la ausencia: como se ve en muchos casos actuales de acoso, gran parte de las víctimas son ignoradas, pasadas por alto; las tratan de histéricas, locas o resentidas. Algunas incluso terminan igual que Laura, convertidas en un símbolo de la violencia machista practicada de forma sistemática, repetitiva, sin ningún tipo de consecuencia.

En el caso construido en Twin Peaks, se descubre finalmente que Leland Palmer es el asesino; pero esto es planteado de una forma radical: él violó y mató a su hija porque fue poseído por un espíritu maligno llamado Bob, el cual lo obliga a cobrar vidas en su nombre (también mató a otras dos chicas).

El recurso de Bob es utilizado para mostrar que las personas en esta sociedad prefieren inclinarse a creer que el responsable de tanta violencia y horror es un ente fantástico, lejos del orden de lo humano, en vez de aceptar que se trata de un ciudadano común y corriente. Eligen pensar que algo así no podría suceder en la realidad en la cual viven, que es algo extraordinario, fuera de lo común; y en realidad, esa violencia se encuentra contenida dentro de la sociedad machista. No es una anomalía: es inherente a ella y sucede con más frecuencia de la aceptable.

Muchas narrativas sobre abusos y asesinatos de mujeres o niñas tratan estos hechos como aislados, desconectados del funcionamiento de la sociedad; las representan como situaciones en las que una persona llegó a su extremo y desató el horror cargado en su interior. Incluso se dice que pasó “de la nada”.

En la ciudad de Twin Peaks, nadie puede creer que Leland haya sido capaz de hacer algo tan horrible, y al final, terminan compadeciéndolo por haber sido víctima de un ente maligno desde la niñez. Sin embargo, ese es el problema: Leland sí fue capaz, como tantos otros antes que él, y si hubiese quedado en libertad, lo hubiese hecho de nuevo, una y otra vez. No a causa de la influencia de Bob, sino pura y exclusivamente porque es un violador y un asesino de mujeres. Es un hombre que cree tener el poder, el derecho y que se piensa por fuera de la ley y sus consecuencias.

La verosimilitud de lo absurdo

Sobre el final del noveno capítulo de la segunda temporada, cuando se descubre la verdad y la investigación termina, el sheriff Harry le dice a Dale Cooper que le está costando creer en la existencia de Bob, a lo cual él le responde: “Harry, ¿es más fácil creer que un hombre violaría y mataría a su propia hija?, ¿es más tranquilizador?” La narrativa de Twin Peaks se destaca por dejar en evidencia lo insólito de la preferencia a creer en una posesión demoníaca en lugar de visualizar a Leland como alguien que controla sus acciones. La explicación acerca de Bob suena absurda pero resulta más reconfortante que la otra posibilidad, la cual es verdadera tanto en la serie como, en muchas ocasiones, en la vida real.

La verosimilitud otorgada al hecho fantástico se logra extremando los procedimientos y operando en el límite entre los géneros. En los puntos de mayor intensidad dramática, la serie lleva el género del drama a sus extremos, al punto de volverlo grotesco y generar una sensación de falsedad en aquello que se ve.

El espectador genera en su cabeza la idea de fraude ante la imagen de una ciudad que llora la pérdida de la joven cuando en realidad todos sabían lo que estaba pasando. En este punto, se produce un desdoblamiento de lo trágico: su esencia se vuelve patética y oscura, dando la sensación de que, debajo de todas esas capas de angustia y dolor que los habitantes muestran tan fácilmente, se esconde un vacío irreparable, construido por el mismo cinismo de la sociedad. 

twin peaks

La icónica entrada a Twin Peaks. Twin Peaks (1990)

Creo que es importante ver estas cosas y ser conscientes de ellas en las series, libros o películas que consumimos. En tanto personas, estamos hechos de relatos, por lo cual es central que podamos desarmarlos para pensarlos desde una posición crítica, donde se cuestionen las construcciones narrativas que conforman nuestra cultura y nos atraviesan como sociedad.

Twin Peaks es una serie única que marcó a una época y demostró la existencia de diferentes formas de hacer televisión. Para quien la ve incluso hoy, 31 años después, constituye toda una experiencia no solo estética sino también entretenida debido a que provoca sensaciones como la nostalgia, el suspenso, la desesperación, el goce. Sin embargo, no hay que perder el foco: lo que le sucedió a Laura Palmer en la serie es algo que sigue sucediendo todos los días en la vida real. No es una ficción, y Bob no es el responsable: lo somos todos como parte de la sociedad. Por eso, es importante deconstruir las creencias machistas con que nos criamos y luchar por un mundo feminista, donde el horror de la violencia contra las mujeres no le sea atribuido a fantasmas o espíritus más allá del control del victimario.

 

 

 

 

 

 

Share:

Deja un comentario

Ir al contenido