Lucha del movimiento sufragista: el primer avance
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La lucha del movimiento de sufragistas: el primer avance

La lucha del movimiento de sufragistas puede ser considerado el primer avance hacia la igualdad de derechos entre las mujeres y los hombres. Data históricamente de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, cuando un grupo de mujeres decidieron luchar por el sufragio para tener voz y opinión en la política, que a fin de cuentas también las interpelaba. Una lucha que tuvo matices dentro de los propios grupos sufragistas y grupos políticos externos más allegados al poder. 

La idea de equiparar los derechos de las mujeres a los derechos de los hombres, para muchos y también para muchas, se consideraba un hecho casi vergonzoso, ya que no cumpliría con los mandatos históricos designados a cada persona acorde a su género y sexo. Además, se reflexionaba acerca de la incapacidad de las mujeres a una elección “adecuada” a la hora de votar simplemente por su condición de mujer. 

Sufragistas

La posibilidad de elección parlamentaria habilita la escucha de distintas problemáticas que afectan a las mujeres; por ejemplo, la ley paternalista, la misma que otorgaba todo derecho al hombre sobre cualquier aspecto de la familia y quita de todo derecho a la mujer. Ley que posteriormente cambió para intentar equiparar los derechos de los hombres y las mujeres, sobre todo, en el poder y responsabilidad sobre los hijos tras el divorcio. Este cambio se dio en la medida del avance de la lucha feminista-sufragista. 

El avance amplificado de la lucha

Dar un paso para adelante significaba dar dos para atrás. Históricamente, las mujeres fuimos consideradas histéricas, molestas, locas y desagradables cuando se reclama algo que no está bien, cuando se reclama la violencia o la ausencia del Estado, justificado y argumentado a partir de los conceptos de la Iglesia Católica o las distintas religiones, a partir de las ciencias médicas o el psicoanálisis y del patriarcado. Es decir, el proceso de una lucha para la obtención de derechos básicos puede tardar años.

Y en la medida amplificada de la lucha, también se presentaron divisiones en los grupos feministas en la forma de llevar a cabo los reclamos. La división se consolidó cuando se presentó una elección interna en el grupo sufragista. Las partes conocidas son las suffragits y las suffragettes, la única diferencia entre ambas divisiones son los métodos de exigencia al Estado. Las suffragits enfocaban la lucha en términos legales, conferencias y charlas, mientras que las suffragettes procedían a actuar con escraches, manifestaciones, huelgas laborales y de hambre. 

Ahora, enfocándonos en los datos históricos propuestos por Ainhoa Campos Posada en un artículo para National Geographic. En 1848, con el Manifesto de Seneca Falls (la primera convención por los derechos de la mujer organizada en Estados Unidos), nace el primer pedido por el sufragio femenino.

Sería en 1869 cuando Estados Unidos abra paso a los derechos de las mujeres al aprobar el voto femenino en el condado de Wyoming, pero no podían votar las mujeres negras. Aun así, de manera amplificada, esta posibilidad para las mujeres llegaba a Gran Bretaña y al resto de Europa.

Es en 1897 cuando diferentes organizaciones de sufragistas, junto a Millicent Fawcett, crearon la Unión Nacional de Sociedades por el Sufragio Femenino (sus siglas en inglés, NUWSS), este grupo por el sufragio femenino se encargaba de ganar terreno en la política, con distintos políticos, dando conferencias públicas y manifestaciones frente al Parlamento. Cuatro años antes, en 1893, Nueva Zelanda aprueba el sufragio femenino sin restricciones, convirtiéndose en el primer país que posibilita el derecho al voto femenino en términos universales.

Sufragistas - Millicent Fawcett

Las sufragistas británicas

Así como crece la lucha, aparecen distintas posiciones con el mismo objetivo. Ainhoa Campos Posada explica varios casos, como el de Margarette Nevinson, feminista criada por los estamentos de una feminidad doméstica, quién consideraba que la presencia pública y los discursos públicos de las mujeres eran en parte vergonzoso y violento, y aun así se encontraba a favor del sufragio femenino. Pero, también se presenta el caso de Emmeline Pankhurst, fundadora de la Unión Política y Social de Mujeres (en inglés, WSPU), quien consideraba que el movimiento debía funcionar como un ejército y su militancia se basaba en una violencia justificada. 

El WSPU fue perdiendo miembros con el paso de los años, las mujeres reflexionaban que la violencia ejercida contra los miembros del Parlamento y contra las instituciones no permitía un avance fructífero para la obtención del derecho al sufragio, sino que las alejaba. Por lo tanto, el NUWSS de Fawcett fue ganando más miembros, aunque las mujeres del WSPU eran consideradas heroínas en la medida de su actuación en las cárceles. Es decir, no había desmerecimiento mutuo sino sólo distancias. 

Cuando se coloca los intereses personales por encima de las necesidades sociales

La llegada del liberalismo y la construcción de una sociedad industrial permitieron que las mujeres puedan ingresar al mundo laboral y remunerado, pero las condiciones eran precarias frente a una mejora en el status de los hombres.

La lucha del movimiento de sufragistas también abarcaba una reivindicación laboral, política y social. Consolidó sus fuerzas en la clase media y no se trataba de un grupo gigantesco de mujeres, esto se debe a que las mujeres obreras y, sobre todo, las mujeres campesinas priorizaron los reclamos laborales y de clase frente al reclamo a la igualdad de género.

Esto implica una interpelación en las decisiones debido la gran brecha social y económica que existía entre las clases, pero al mismo tiempo esta brecha se veía condicionada por la distinción de género y sexo. No obstante, es comprensible la distinción de luchas para la época de finales de siglo XIX y comienzos del siglo XX, porque insertarse en el movimiento de sufragistas implicaba problemas con el empleador y con la ley, implicaba la desacreditación de la labor y del género, entre otras cosas.

Esto no deslegitima a los grupos feministas que unificaban la lucha de igualdad entre géneros con la lucha de las clases, simplemente es una recopilación de los matices de lucha que existieron y existen en la actualidad. 

Ahora bien, los intereses personales por parte de los políticos suelen –normalmente- sobreponerse a las necesidades sociales. Por ejemplo, en 1912, el Parlamento Británico denegó discutir sobre el sufragio femenino porque varios funcionarios del gobierno liberal pensaron que las mujeres a las que se dirigían iban a votar al partido conservador frente a la idea de una igualdad de derechos, es decir, no veían un acercamiento a su partido sino un alejamiento. Ante esta negativa, Pankhurst tomó represarías rompiendo un vidrio del Parlamento y masivos daños a la propiedad, como incendios y uso de bombas. 

El cuerpo como parte necesaria de la lucha

La explosión de la Primera Guerra Mundial interrumpió los debates, manifestaciones, el foco sobre las sufragistas y la petición de equiparar los derechos. Sin embargo, el grupo NUWSS de Fawcett continuó la lucha a pesar de la movida bélica y patriótica; el Parlamento y la sociedad se convencieron en avanzar con la ley del voto femenino a partir de la necesidad de participación de las mujeres en distintos ámbitos sociales como reemplazo de los hombres. Entiéndase la palabra ‘reemplazo’ en el sentido “tienen la misma capacidad motora, motriz e intelectual que los hombres”, una participación que actúo casi como un descubrimiento biológico, antropológico e histórico.   

Siendo así, en febrero de 1918 se aprobó el sufragio femenino a las mujeres mayores de 30 años en territorio inglés. La lucha siguió durante diez años más frente a la no igualdad total en derechos institucionales, entonces en 1928 se equiparó la ley de sufragio universal entre hombres y mujeres. 

Sufragistas - Presas políticas

Es decir, el cuerpo de la mujer, el ‘poner el cuerpo’, ha sido una de las categorías necesarias para el avance de la lucha de las mujeres. El cuerpo de las sufragistas británicas no sólo se da en términos bélicos de reapropiación de lugares prohibidos para el cuerpo de la mujer, sino también en términos de mártir, como fue el caso de Emily W. Davison y la carrera de caballos en 1913, quién intentó desplegar un cartel a favor del sufragio femenino y terminó atropellada por un caballo, murió varios días después y su rostro apareció en la portada del Daily Mirror.

Previamente a esto, fue arrestada nueve veces y se estima que fue alimentada a la fuerza durante su estadía en la cárcel unas cuarenta veces. Otro caso histórico es el de la francesa Olympe de Gouges, quien en la “Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana” de 1791 exigió la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, el resultado se dio a conocer en medio de la Revolución Francesa y fue atravesar un juicio sin posibilidad de un abogado, defenderse ella misma y ser condenada a muerte. 

El movimiento de sufragistas en Argentina

En 1947, durante el primer gobierno Peronista, se aprobó la ley del sufragio femenino y en 1951 fue la primera vez que las mujeres argentinas ejercían su derecho al voto. Y aunque exista una (re)apropiación de la lucha del movimiento de sufragistas por parte del Peronismo, en especial, con la vinculación del rol de Eva Perón con la ley del sufragio femenino, la lucha por el sufragio femenino data de años anteriores y las figuras más representativas del movimiento fueron Alicia Moreau de Justo y Julieta Lantieri.

Sufragistas - Julieta Lantieri

Es importante no adjudicarle el triunfo ni la lucha al partido justicialista, teniendo en cuenta que las raíces de la misma están asociadas intrínsecamente al socialismo, y, posteriormente, fue el partido de Juan Domingo Perón el que se lo apropió y lo elevó a ley en términos benéficos para la sociedad pero también en la medida de fuerza política que intentaba ganar adeptos en todos los frentes populares, entre ellos, el movimiento de mujeres de la época.

Para las elecciones de 1951, las mujeres representaban más de la mitad del padrón electoral en el territorio argentino, y una gran cantidad de mujeres adherían al Partido Justicialista, entonces, sería con la participación de las mujeres que el Peronismo obtuviera un 63, 51% de los votos a su favor. 

No obstante, la figura de Eva Perón nunca podrá ser apartada del todo de la aprobación a la ley, ya que su pertinente figura política reconocida de manera nacional e internacional abalaba y abala la construcción de sentidos respecto a la participación femenina en la política y la justicia social. 

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