Luciana Cáncer: Un lugar guardado para algo | Rock y Arte - Divulgación Cultural
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Luciana Cáncer: Un lugar guardado para algo

Luciana Cáncer, contadora y escritora, publicó su primer libro Un lugar guardado para algo, en donde narra su experiencia con la comida, explora su vida y cuenta cómo fue que decidió dejar de comer y explica los límite que le marco tener anorexia.

Su abordaje a esa enfermedad no es crudo ni embarazoso. Cuenta su historia de a poco, en partes fragmentadas con las que va construyendo su historia de vida.

Luciana Cáncer, la escritora

Luciana Cáncer es una mujer cuya experiencia vital está completamente atravesada por la decisión de dejar de comer y debilitar su cuerpo a fuerza de voluntad. Desde los 14 hasta los 20 ella se privó de alimentos, era un cuerpo de 45 kilos distribuidos en un metro ochenta.

La autoficción transcurre entre Lobos, su lugar de crianza, y Buenos Aires, a donde se muda para estudiar la carrera de Sistemas, allí su desarrollo se había detenido; no menstruaba, tenía caderas angostas, no podía generar vínculos amistosos ni amorosos, no tenía planes ni ganas de proyectar a futuro.

Luciana CáncerEn sus primeras páginas cuenta cómo separaba la comida y cómo veía a la misma como un pecado mortal, recuerda que “cuando tenía seis años dormía con una musculosa que me llegaba a los pies.

Por encima, me abrochaba un cinturón de elástico grueso, muy apretado, que se cerraba con una hebilla plateada y que me daba escalofríos cuando me rozaba la piel. Necesitaba sentir el borde de mi cintura, apresarla en una circunferencia concreta, contenerla. Limitarla hasta cuando dormía”.

Su relación con la comida era tal que decidió dejar la  facultad y con el tiempo comenzó a aceptar su problema, admitió su enfermedad. Habló con su familia y ellos le dijeron que si no ponía de su parte la internarían, situación que le causó pánico. 

Por ello busco un trabajo y eso ayudo a que tenga un propósito para levantarse todos los días, a proyectar, a proponerse metas en la vida. Con el transcurso del tiempo comenzó a tener más hambre, más energía, su cadera empezó a ensancharse y su cuerpo empezaba a sanar.

“Ya no podía hacer más esos ayunos que hacía y yo me enojaba conmigo y con mi cuerpo, que no me respondía, pero a la vez, mi cuerpo me salvo, no le hizo caso a mi cabeza”, comenta en su libro.

“Luciana Cáncer convierte el miedo y el trauma en joyas verbales, en pepitas frágiles de dolor, hambre y combustión corporal. La literatura como redención, sí, pero también el corazón como protesta, la ilusión como belleza en miniatura, los paisajes de una vida ofrecidos a la sensibilidad del lector”, Santiago Llach.

Luciana asegura que la tiranía de la moda y su enfermizo ideal de belleza femenina ha afectado a muchas generaciones de adolescentes, pero son muy pocas las que deciden tomar la decisión extrema de dejar de comer.

Concluye que poco se habla de la anorexia porque, por ignorancia, se la relaciona con la muerte y porque tampoco es un tema que esté instalado en la salud. 

Acepta que su relación con la comida siempre va a ser difícil, pero que va a seguir comiendo más que antes, aunque algunos días sienta culpa por hacerlo.

“Crudo, pero no morboso; conmovedor y triste, pero no cursi. Una vos clara, fluida, poderosa que, aun cuando se trata de una historia muy personal, narra sin autoconmiseración ni autocomplacencia”, Leila Guerriero. 

Trastornos alimenticios en Argentina

Existen fundaciones, como ALUBA (Asociación de Lucha contra la Bulimia y Anorexia), que declara que cerca del 30% de los adolescentes porteños presentan algún tipo de trastorno de alimentación y aseguran que estos trastornos alimenticios deterioran la calidad de vida de quien los padece, y respecto a los casos de mayor importancia, los mismos pueden ocasionar la muerte.

Explican que estos desordenes provocan problemas de autoestima; deterioro de la personalidad, dificultades en el aprendizaje, en el desarrollo del trabajo, en sus relaciones familiares y sociales y aseguran que también pueden influir en que la persona obtenga una buena independencia y autosuficiencia, produciéndoles así una inserción social inadecuada.

Por su parte, AnyBody Argentina, sitio de Buenos Aires de Cuerpos en Peligro, crea conciencia sobre la falta de confianza que existe en gran parte de la sociedad argentina sobre la aceptación del cuerpo y por ello elaboraron estudios que demuestran las siguientes estadísticas:

trastornos alimenticios

Evidencian que, del 100% de mujeres menores de 24 años, el 46% está preocupado por tener celulitis.

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4 de 10 mujeres sienten que deberían tener un peso que esté socialmente aceptado.

luciana

El 70% se siente incómodo cuando necesita comprar ropa.

El 65% no encuentra ropa de su talla

Y el 25% sienten que las prendas cumplen con la ley de talles o tamaños.

Los trastornos de alimentación involucran una fijación en el peso que puede llegar a provocar alteraciones severas en la alimentación y las funciones del organismo, los mismos pueden surgir rápido y, en poco tiempo, convertirse en peligrosos.

Profesionales en el tema aseguran que los mismos no aparecen solos, sino que son alarmas de demás problemas que le están ocurriendo a esa persona, estos trastornos no tienen una causa única, los factores desencadenantes puedes ser de personalidad, genéticos, biológicos, conductuales o sociales. 

Una de cada diez personas con anorexia muere debido a la pérdida severa de peso o suicidio, principalmente porque su corazón se debilita con el tiempo, sufre cambios hormonales los cuales pueden llegar a producir infertilidad, perdido del tejido de los huesos o retraso en el crecimiento. Una alteración en los niveles de minerales y fluidos corporales puede crear un desequilibrio de electrolitos, dañar los nervios o las células cerebrales, lo que puede ser fatal para la persona. 

Guillermina Rutsztein, Doctora en Psicología, Profesora Asociada e Investigadora de la Facultad de Psicología de la UBA, cuenta que junto con el equipo que dirige hicieron un estudio de prevalencia que incluyo a 1200 chicas de entre 13 y 17 años de escuelas públicas y privadas de la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano, en donde señalaba que el 10% de las mujeres presentaban algún tipo de trastorno alimenticio.

“Trabajamos en los colegios con un programa de prevención de trastornos alimentarios y obesidad de forma integrada. Hablamos sobre el ideal de belleza de extrema delgadez como una construcción sociocultural, derribando estereotipos y conversando sobre cómo la publicidad manipula las imágenes descartando los cuerpos reales, la diversidad de las medidas corporales y metiéndose con cuerpos perfecto que no existen”, cuenta Rutsztein. 

Además, en esas exposiciones, explican a las chicas y los chicos sobre los grupos de alimentos que deben incorporar y los efectos negativos que traen consigo las dietas, de cómo los mismos afectan los estados de ánimos y son disparadores de atracones.

Debemos comprender, como sociedad, que las personas somos un todo, que las imágenes corporales no son sólo una foto, sino un conjunto que incluye nuestros pensamientos, sentimientos y sensaciones internas acerca de cada cuerpo. 

Debemos promover, desde nuestros lugares una mayor aceptación de las diferencias; no todos podemos ser iguales y está bien que así sea.

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