El olvido que seremos - Fernando Trueba
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El olvido que seremos por Fernando Trueba – Reseña

Entre certezas y dudas, cada uno de nosotros transita el devenir diario, convirtiendo el paso de nuestro existir en algo bueno o malo. Depende de las actitudes, los modos y el compromiso de abordar el camino de los días.
Y en ese profundo avatar, plagado de confusiones, desilusiones, aciertos y desaciertos, tan solo una virtud, tal vez poco tenida en cuenta, casi vituperada, ninguneada y menospreciada, puede rescatarnos y convertirnos en mejores seres: la de la conciencia. Hoy, analizamos «El olvido que seremos» una película de Fernando Trueba.

Colombia, Fernando Trueba y El olvido que seremos

Basada en la novela homónima del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, este trabajo pone de cara al sol el incondicional amor. Un amor entre padre e hijo con señales verdaderas de coherencia y sensatez a la hora de predicar con ejemplos veraces y señalar senderos, formas y actitudes, desde un panorama siniestro y conspicuo. Un padre ejemplo surge desde los mismísimos avatares activistas, de ideas profundas y de hechos concretos.

Su protagonista funda la escuela nacional de salud pública en su amada Medellín, y estructura un relato que inteligente y sentimentalmente plasma en una eximia dirección el laureado cineasta español Fernando Trueba, brindando una breve lección del cine de plenipotenciarias virtudes, aquel que impacta sin recurrir a emociones livianas, contextualizando en cada secuencia perfectamente delineada y armada, toda aquella raigambre de situaciones internas en un paraje belicoso e irracional.

Esta es la historia íntima del médico colombiano Héctor Abad Gómez, carismático líder social y hombre de familia, un destacado profesional y activista por los derechos humanos en el Medellín polarizado y violento de los años 70. La trama de «El olvido que seremos» relata la vida del doctor y padre de familia, preocupado tanto por sus hijos como por los niños de clases menos favorecidas. En su casa se respira la vitalidad y la creatividad, características de una educación fundamentada en la tolerancia y el amor, pero la violencia ambiental del país condiciona la vida de todo su entorno.

Aquellos entornos convencionales, desde una estructura puramente de absolutismo y miedo, son los derroteros que enfrenta un profesional de la salud, estableciendo un símbolo dentro del film que posee particularidades de aquella biografía de Alfonso Cuarón llamada “Roma”.

El arquetipo de hombre de bien surgido de las entrañas mismas del infierno y en tiempos modernos, mediante un trabajo visual que recorre mediante un flashback muy bien montado y dividiendo los sucesos del desarrollo vital de una particular familia mediante un monocroma acertado y adecuado.

Los dogmas religiosos y lo establecido como normal. Todos son ejes que manifiestan aquellos pensamientos traducidos a la acción por el doctor. Las reminiscencias de su derrotero logran mostrar la vida familiar tradicional, la realidad de un país tercermundista con muchos defectos y falencias, y hasta la influencia de la iglesia católica en las decisiones de la época, así como el “qué dirán” tan mentado desde las endebles construcciones sociales de segmentos poblacionales carentes de mucho, arriba o debajo de la escala social.

Un hombre bueno y la huella que deja tanto en sus seres queridos como en la sociedad en la que habita, y que hacen que el mundo sea un poco mejor, son los síntomas a rescatar desde contrastes estéticos y temáticos.

El pendular de una armonía familiar en contraste con determinados procederes tirantes en la relación padre–hijo de la adultez, en el camino de la comprensión y el entendimiento desde la lucha explícita por priorizar los derechos humanos al precio que sea por parte de un humano que no poseía concesiones en demostrar sus debilidades o profesar cariño por los suyos. Casi como un Oesterheld en tierras centroamericanas.

Pueblos trabajadores e infancias pobres han albergado las tierras maravillosas, las regiones de cultura y labor del inmenso “Sur del Río Grande”.

Y como el sacerdote Oscar Romero, el luchador del amazonas llamado Chico Méndez, y tantos desconocidos, tantos “nadies” que enfrentan la injusticia y la desavenencia del proceder social, don Abad Gómez, de estatura baja y fuerte, de conceptos de arraigos profundos y claros, deja precedente que a partir del ejemplo real, como héroes de carne y hueso, aún la llama de la esperanza por la igualdad se mantiene viva, pese a tanto horror concebido.

El olvido que seremos - Héctor Abad Gomez

La faz técnica contiene diversas virtudes. Desde el concepto de arte y vestuario altamente logrado, pasando por la dirección de fotografía conformada consciente y artísticamente por Sergio Castaño, y recalando en su banda sonora ideada por un maravilloso músico polaco, orquestador de David Gilmour, Zbigniew Preisner, quien con prestancia cierra momentos musicales de excelencia y versatilidad, dentro de una obra suprema del cine colombiano, mención en Cannes y premio Platino, Ariel y Goya a la mejor película iberoamericana.

Actores de jerarquía ponen en marcha el motor real del trabajo.

Aida Morales en el rol de la abnegada y fuerte mujer del idealista médico. Juan Pablo Urrego como Héctor, un joven que culmina comprendiendo el idealismo de su progenitor y cerrando un ciclo mediante el comprender situaciones vitales. Y un gran elenco que enmarca a un estereotipo, símbolo de resistencia y apertura mental encarnado en un ser humano.

El doctor Héctor Abad Gómez. Galeno de la función física y espiritual. Musa completa de todo aquello que resulta bien. En conspicua lucha por defender sus ideales, en medio de sicarios y totalitarios que aniquilan al desposeído.

El español Javier Cámara cumple con creces un difícil y severo rol. De expresiones y silencios. De dureza y ternura. Un adalid del modo social real en tierras pantanosas e indiferentes. Desde su postura hasta el trabajo verbal, muestra el veraz oficio actoral; uno de los más importantes referentes de la actuación contemporánea internacional, por lejos.

Este film resulta un homenaje hacia aquellos que han desencarnado, pero que jamás se convirtieron en olvido y serán recordados. Volverán a la memoria colectiva cada vez que culmine una proyección cinematográfica y se manifiesten historias de vida, lucha y trascendencia.

Por muchos más médicos de ideas y coraje.

Y porque llegue el día donde toda Latinoamérica pueda brillar, para así honrarnos a nosotros mismos, fuera de cualquier eufemismo.

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