Juana la Loca, una reina que nunca reinó. Su vida fue una sucesión de desgracias, traiciones y abusos. Su amor por Felipe el Hermoso, su marido infiel, la llevó a la locura. Su padre, Fernando el Católico, la despojó de sus derechos dinásticos. Su hijo, Carlos I, la mantuvo encerrada en un palacio hasta su muerte. Su historia es una de las más trágicas y fascinantes de la historia de España.
Algunos aseguran que fue víctima de una conspiración tramada por sus parientes todopoderosos, mientras otros atribuyen su confinamiento a una innegable enfermedad mental. Juana, Juana la Loca, resonaba en los pasillos de la historia con un misterio que aún perdura.
Juana nació en 1479, hija de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, los artífices de la unificación de España. Desde pequeña, recibió una educación esmerada, que le permitió dominar varios idiomas, la música, la literatura y la religión. Era una princesa culta, bella y piadosa, pero también sensible y temperamental.
Con su rostro ovalado, nariz fina y piel clara, Juana de Castilla destacaba por su atractivo desde joven. Inteligente, dominaba el latín y tenía habilidades musicales notables. Sin embargo, su destino tomó un giro inesperado cuando, a los 17 años, se casó con el archiduque de Austria, Felipe el Hermoso. Juana, un peón en la estrategia matrimonial de los Reyes Católicos, encontró en su esposo un amor intenso que se tradujo en seis hijos.
En 1496, se casó por poderes con Felipe el Hermoso, el archiduque de Austria, hijo del emperador Maximiliano I. El matrimonio formaba parte de la política de alianzas de los Reyes Católicos, que buscaban contrarrestar el poder de Francia. Juana y Felipe se conocieron personalmente en 1496, en la ciudad de Brujas, y se enamoraron perdidamente. Su pasión fue tan intensa que se dice que consumaron su matrimonio en público, ante la sorpresa de los presentes.
Juana y Felipe tuvieron seis hijos, entre ellos Carlos, el futuro emperador Carlos V, y Catalina, la futura reina de Inglaterra. Sin embargo, su felicidad conyugal se vio empañada por las infidelidades de Felipe, que tenía numerosas amantes. La historia cuenta que ella, no toleraba las aventuras de su esposo, y a menudo entraba en cólera y se producían escenas de violencia.
La situación se complicó cuando Juana se convirtió en la heredera de los reinos de Castilla y Aragón, tras la muerte de sus hermanos mayores y de su madre, Isabel la Católica, en 1504. Felipe, ambicioso y astuto, quiso aprovechar la ocasión para hacerse con el poder en España, y empezó a difundir rumores sobre la locura de Juana, para desacreditarla y apartarla del trono. Juana, por su parte, se negaba a renunciar a sus derechos, y se aferraba a su marido, a pesar de sus infidelidades.
El testamento de Isabel la Católica, en 1504, reveló dudas sobre la capacidad de Juana para gobernar. La frase «o no pueda» indicaba incertidumbre sobre su idoneidad. ¿Conspiración masculina para desacreditarla o legítimas preocupaciones sobre su capacidad para llevar a cabo sus tareas de gobierno?
Juana la Loca ¿una mujer injustamente excluida del poder o incapaz de gobernar?
Las evidencias sugieren trastornos mentales genuinos, pero ¿fue todo una exageración para apartarla del poder? Juana, en el cruce de la historia y la intriga política.
Juana de Castilla, en sus momentos más oscuros, mostraba comportamientos desconcertantes. Desde desear reunirse con su esposo hasta actos inusuales en La Mota, revelaban una mente inestable.
En 1506, Felipe y Juana viajaron a España, para ser reconocidos como reyes por las Cortes. Sin embargo, el viaje fue un calvario para ella, que tuvo que soportar las humillaciones de su esposo, que la engañaba abiertamente y la trataba con desprecio. Además, tuvo que enfrentarse a la oposición de su padre, Fernando el Católico, que no quería ceder el poder a su yerno. La tensión entre los dos bandos provocó disturbios y enfrentamientos en varias ciudades.
El destino quiso que Felipe muriera repentinamente en septiembre de 1506, a causa de una fiebre. Juana, desconsolada, se encerró con el cadáver de su esposo, y se negó a dejarlo. Durante dos años, viajó por Castilla con el féretro, en una macabra procesión, que alimentó las habladurías sobre su locura. Se dice que abría el ataúd para ver el rostro de Felipe, e incluso intentaba besarlo.
Fernando el Católico asumió el control, evidenciando la incapacidad de Juana la Loca para gobernar. Con la muerte de Fernando en 1516, su hijo Carlos fue proclamado rey e ignoró los derechos de Juana, confinada en Tordesillas desde 1509.
Mientras tanto, Juana vivió una vida de cautiverio. La historia señala a su familia como guardiana, pero también como sospechosa. ¿Juana era víctima o una amenaza para la estabilidad? Las visitas y la desconfianza se entrelazan en la trama de su vida.
Juana I de Castilla falleció en 1555, tras casi medio siglo de confinamiento. Su lucha por ser una buena hija, esposa y madre se enfrentó a la implacable realidad de sus debilidades. ¿Conspiración o la tragedia de una mujer atrapada en las complejidades del poder y la cordura? Juana la Loca, un enigma perdurable en la historia española.
Fernando el Católico, aprovechando la situación, tomó el control de Castilla, y recluyó a Juana en el palacio de Tordesillas, en 1509. Allí, Juana vivió el resto de su vida, aislada y vigilada por guardias y confesores. Solo recibió algunas visitas, como la de su hijo Carlos, que la vio en 1517, cuando llegó a España para ser proclamado rey. Carlos, que heredó el imperio de su abuelo Maximiliano, ignoró los derechos de su madre, y la dejó en el olvido.
Juana murió en 1555, a los 75 años, tras casi medio siglo de cautiverio. Su cuerpo fue enterrado junto al de Felipe, en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, donde reposan los reyes de España. Su memoria fue borrada de la historia oficial, y solo se la recordó como Juana la Loca, una reina que nunca reinó.
Sin embargo, la historia de Juana cuestiona los prejuicios y las injusticias que sufrió por ser mujer en una época dominada por los hombres. Juana fue una víctima de la violencia machista, que la sometió a un matrimonio forzado, a un marido infiel y abusivo, a un padre autoritario y a un hijo desleal. Fue una víctima de la manipulación política, que la despojó de su legítima herencia, la encerró en un palacio y la difamó como loca. Juana fue una víctima de la marginación histórica, que la silenció y la olvidó.
Juana la loca, una reina que nunca reinó, pero que merece ser recordada como una mujer que luchó por su amor, por su dignidad y por su libertad. Juana la Loca, una reina que desafió el poder patriarcal, y que pagó un alto precio por ello. Juana la Loca, una reina que no fue loca, sino incomprendida.