8M: El arte como forma de lucha | Rock y Arte - Divulgación Cultural

El 8M es una fecha de conmemoración en pos de la igualdad de género. Un día entero de jornadas y consignas convocan a miles de participantes para colmar las calles del país por una misma causa. De la misma manera, hay un rasgo que se hace presente como una manera particular de expresión y unión: el arte. Una crónica sobre las movilizaciones en CABA.

El sol ya bajó, pero el calor continúa. De fondo, los megáfonos de las agrupaciones siguen a tope de volumen mientras los palillos se astillan contra los bombos, las zapatillas se desgastan sobre el asfalto y los silbatos chillan entre los movimientos y musicalizaciones de las mujeres y disidencias que a las 21 horas todavía colman Avenida de Mayo.

Parece chiste, pero es anécdota, que mientras dos grupos de percusión hacen sus muestras y elevan sus sonidos hacia las estrellas, un corte de energía eléctrica deja a oscuras la calle principal. Solo hacia los horizontes, con Congreso a un lado y Plaza de Mayo hacia el otro, se divisan las primeras luminarias.

Como si la luz guía para salir de esa oscuridad fuesen aquellas feministas que durante un día entero se hicieron ver y escuchar por todo el país. El corte de luz, adrede o a causa del sofocante calor, no hizo más que meter leña al fuego y, lejos de silenciarlas y de poner un fin a la fecha, la música y el baile se elevó a la potencia.

Día Internacional de la Mujer

En los 8 de marzo, las calles se sincronizan como espacios de encuentro de los movimientos feministas. Los antecedentes históricos de este día son varios. El 8 de marzo de 1857, en el marco de la Revolución Industrial, miles de trabajadoras tomaron las calles en reclamo de mejoras en las condiciones laborales. En 1907 se realizó la primera Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Alemania, con el objetivo de lograr el sufragio femenino.

El 8 de marzo de 1908, 129 trabajadoras textiles fallecieron durante una huelga en pos de la búsqueda de mejorar sus condiciones de trabajo y, por ello, en 1909 el Partido Socialista de Estados Unidos conmemoró el primer Día Nacional de la Mujer. En 1910, la Internacional Socialista proclamó el Día Internacional de la Mujer a favor de los movimientos de lucha, en busca de lograr la normativización del voto femenino.

En marzo de 1911 se celebró el primer Día Internacional de la Mujer en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza, al que en 1913, en el marco de la Primera Guerra Mundial, se sumó Rusia y el 8 de marzo de 1914, el resto de Europa. El 8 de marzo de 1917, las mujeres rusas se declararon en huelga tras el fallecimiento de millones de soldados en la guerra, lo que generó una serie de sucesos que culminaron en la obtención del derecho al voto femenino. No fue hasta 1975 que la Organización de las Naciones Unidas reconoció el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer.

Así como fueron numerosos los momentos que traspasaron las fronteras y que llevaron a que esta fecha se constituyera como tal, a pesar del sofocante calor que desde hace una semana azota al país, hoy las calles de Argentina y del mundo se convierten en ríos verdes y violetas donde miles de mujeres y diversidades se concentran para volver a marchar, como cada año, en contra de la violencia patriarcal que muchas y bien conocidas formas tiene.

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Miércoles 8M de 2023

La historia de luchas feministas en el país es larga y tendida. En 1881 se realizó un paro de maestras de San Luis en reclamo de mejoras laborales y salario digno. En 1893 se fundó la Unión Gremial Femenina y en 1887, el Consejo Nacional de Mujeres. Previo a su legalización en 1947 y como excepción a la norma, en 1911 votó por primera vez una mujer argentina (y latinoamericana). Recién en la década del 20 se estableció la jornada laboral de ocho horas, la prohibición de despido y la licencia por embarazo.

En 1993 se sancionó la ley para la jubilación de amas de casa y en 1994 se reafirmó la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres. Ya en el siglo XIX, las luchas no cesaron y se concentraron en la denuncia contra las violencias de género: en 2015 se creó la consigna Ni Una Menos, en 2019 se sancionó por ley la capacitación obligatoria en género y violencia de género, y en 2020 se ratificó la ley que brinda herramientas para la prevención y abordaje de violencias y acosos laborales, y se conquistó el derecho a la interrupción voluntaria y legal del embarazo.

En 2023, las calles están tranquilas. Son las 16 horas y la gente seguro está en el trabajo o en viaje hacia CABA. “¿Vos también vas a la marcha?”, dice la vendedora del kiosco en la terminal de colectivos. “Yo no puedo ir, tengo que trabajar, pero hay muchas chicas que van… muchas chicas… ¿Tenés agua? ¿Mucha? ¿Fresca? Podés congelarla y envolverla en un trapo, así se mantiene. Bueno, andá, nena, pasala lindo y ojalá todo por lo que pedimos se cumpla”.

Sorprendentemente, los colectivos de la periferia no están tan llenos y el viaje se hace ameno por el aire acondicionado. No es hasta la línea A del subte que el cambio de panorama ocurre: con ninguna timidez, los pañuelos empiezan a asomarse entre la gente. Verde, violeta y algún que otro naranja se asientan en las mochilas, carteras, cabezas y ropas de todas (sí, de todas) las mujeres y disidencias que viajan hacia la concentración.

También se divisan brillantinas, pinturas corporales, carteles y títeres hechos a mano. A metros bajo el suelo y como un adelanto de lo que está en desarrollo sobre la superficie, los vagones comienzan a llenarse, los colores a multiplicarse y las voces a levantarse.

Ya en la estación de llegada, a medida que se sube por la escalera, el volumen del encuentro aumenta. Al asomar la cabeza hacia el exterior, la movilización llega en todo su esplendor a los ojos y oídos. Las banderas y pancartas se erigen por sobre las cabezas y llenan los horizontes de la Avenida de Mayo. Los árboles que se elevan sobre la calle sirven de protección contra los rayos del sol y un viento intermitente airea el ambiente.

La avenida está llena y fluye lenta hacia adelante y hacia atrás, al Congreso y a Plaza de Mayo, al ritmo de los bombos, platillos y panderetas, y cantos y megáfonos que amplifican su sonido. Entre las multitudes se divisan agrupaciones que marchan con carteles, escoltadas por camiones y camionetas con parlantes incorporados que transmiten las consignas y cánticos que la vocera enuncia: ”Abajo el patriarcado, se va a caer, se va a caer” y “ya van a ver, ya van a ver, que con nosotras no van a poder” son algunas de las que suenan en la cercanía.

Entre el bullicio se escuchan silbatos y golpes de aquellos grupos murgueros que decidieron danzar antes que caminar, y también se ve a quienes avanzan en silencio. A la izquierda y derecha, en las calles que se unen, automovilistas y motociclistas detienen su marcha y buscan caminos alternativos, mientras los bocinazos se suman al panorama de sonidos. Hay algunas personas que deciden bajarse de las motos y cruzar el tramo a pie.

En los espacios libres donde la concentración ya pasó o todavía no llegó, están quienes llaman a sus conocidxs para coordinar un punto de (re)encuentro, hay personas que caminan, bicis que circulan y policías que miran desafiantes. Los canales de televisión están por todos lados mientras hablan con la gente o simplemente filman el momento.

También hay quienes se graban con su propio celular para relatar el suceso a sus seguidorxs en las redes. Lo que más resalta de estos casos particulares son las personas que sacan fotos que, en busca del mejor ángulo posible, se suben a cuanta plataforma elevada encuentran: cordones, canteros, macetas, sillas, mesas, escaleras, autos, camiones, camionetas, paradas de colectivo e, incluso, contenedores de residuos. No hay lugar en altura sin alguna cámara allí situada.

En las veredas, los puntos de venta se asientan sobre mantas: elementos de defensa personal como manoplas y gas pimienta, pinturas, pañuelos, ropa, bijouterie, comida y bebida son algunas de las cosas que se ven. También están quienes deciden hacer sus negocios de forma ambulante y se cargan la mercancía al hombro. “Hay agua, chicas. ¡Hay cerveza! ¡¡Hay alcohol!!”, gritan por sobre el sonido de la multitud, con un volumen que va en aumento tras cada oración y a medida que sube el grado de alcohol. En uno de los puestos móviles que alcanzan las latitas estirando el brazo y poniéndolas delante de la cara de quienes pasan cerca, un cartel marketinero denomina a su producto como “Femibirra”.

Entre tanto y tanto, se arman rondas en la calle principal o en las aledañas donde grupos realizan performances artísticas. Un conjunto de mujeres sostienen una cinta alrededor de un mural con tiza hecho sobre el asfalto, y quienes transitan se detienen a mirar y sacar fotos. Además, se vislumbran grafitis sobre las calles, las paredes y las columnas de los edificios. Los pósters y afiches no tardaron en pegarse.

Sobre las veredas, algunas personas optan por una opción artística más individual y efímera, y levantan la guitarra para tocar algunos acordes para quienes transitan cerca suyo y quienes miran desde los balcones de sus casas.

Una cuadra antes de llegar al Congreso, sobre una calle secundaria, un círculo de gente parada delimita a un grupo de acróbatas que realiza una muestra circense. Aros ula-ula, cuchillos y antorchas con fuego son algunos de los elementos optados para dar este show que se lleva todos los ojos y aplausos.

Más cerca del Congreso, un grupo de murgueras concentra otros tantos ojos y oídos con sus trajes brillantes y ritmos latinos; a la distancia, la agrupación se vislumbra solo en los golpes de los bombos, cuando se ven brazos volar y cabezas saltar antes de volver a esconderse entre el tumulto.

Estas muestras artísticas sirven como punto de (re)encuentro (“¡Estoy al lado del puesto de choris mirando a las chicas de la murga, vení para acá!”, grita una joven al teléfono), como espacio de expresión (quienes no forman parte del grupo circense las acompaña con risas, palmas y bailes al ritmo de la música), de unión y cuidado (el cuadro pintado a tiza es protegido por las chicas que sostienen la cinta y por quienes lo miran tras ella, parando a quienes no prestan atención y van directo a pisarlo).

8M

Las consignas sociales, políticas, económicas, laborales, civiles y judiciales se hacen presentes, todas en un mismo paisaje y con ninguna desentonación entre sí. Hay grupos que marchan en forma multitudinaria y con ruido, y hay otros más chicos, de no más de diez personas, que lo hacen en silencio o con algún discurso cuya fuerza radica en su circularidad: “Justicia por… Presente, ahora y siempre. Justicia por… Presente, ahora y siempre”. Las fotografías de víctimas de femicidios y travesticidios completan el panorama.

De acuerdo a la organización de Mujeres de la Matria Latinoamericana (MuMalá), hasta febrero de 2023 hubo 39 femicidios y travesticidios en Argentina, uno cada 36 horas -es decir, cada día y medio-, y 93 intentos de asesinato en manos de hombres a mujeres y diversidades. Durante 2022, la cifra fue de 233 femicidios y travesticidios, y 425 intentos de asesinato.

Hay quienes optaron por usar ropas simples y cómodas para la actividad del día -sea caminar o hacer alguna demostración, como las acróbatas-, quienes utilizan alguna vestimenta característica de su agrupación, quienes se disfrazaron -como las murgueras-, quienes usan máscaras para cubrir su rostro, quienes se pintaron mensajes de lucha en el cuerpo, quienes usan brillos y vinchas con luces a pila, quienes usan los pañuelos o algún trapo violeta o verde, e incluso quienes van con el torso desnudo.

Hay partidos de fútbol, personas grandes y chicas, nenxs que corren entre las piernas de la gente mientras juegan a la escondida. Están quienes ya llegaron a sus destinos y se sentaron en la plaza a tomar unos mates y descansar, mientras los parlantes amplifican el sonido del micrófono de agrupaciones que hacen presente su agenda sobre los escenarios construidos en los extremos de la avenida.

Recién a las 21 horas comienza a correr un viento sostenido. La transpiración se seca, el fresco llega y la concentración en Avenida de Mayo se ve más en sus extremos que en el centro, aunque todavía hay grupos que realizan su movilización hacia alguno de los puntos de encuentro. Dos grupos percusionistas están en ronda, con su directora en el centro, y tocan al ritmo de sus instrucciones.

Están quienes parecieran llevar la música en sus venas y quienes le pifian a algún que otro golpe pero, lejos de quedar mal, la risa de las artistas y de quienes miran hacen que la muestra continúe como si nada. El ambiente es amable y amigable con todxs. De fondo se escucha a quienes buscan vender las últimas bebidas que les quedaron y a quienes refuerzan el fuego para hacer una nueva tanda de choripanes.

Mientras el segundo grupo percusionista avanza su marcha hasta estar a punto de pisar los talones del primero, las luminarias se apagan y un corte de luz deja a oscuras el camino. Pero lejos de lograr el silencio, la disrupción aviva las llamas. Las risas siguen al breve abucheo y, más temprano que tarde, pequeñas lucecitas blancas y amarillas aparecen entre las gentes.

Con las linternas de los celulares iluminando el paso, la música sigue como si no hubiese parado un segundo. Como forma de expresión que atraviesa todo tipo de barrera, las intervenciones artísticas sirvieron como puntos de concentración, de unión, de ruido y de colaboración en un panorama de diversidades. Como un amplificador de voces que se expande en infinitas direcciones, por las que están y por las que no.

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