Akira
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Akira: cuarenta años después de la revolución ciberpunk

El mundo yace al borde de la destrucción absoluta. El avance de la tecnología ha causado una terrible explosión que desencadenó una guerra nuclear y devastó las grandes ciudades del planeta. Treinta años después, sobre las ruinas de Tokio, se alza la megalópolis de Neo-Tokio, una ciudad opresiva e inhumana cargada de violencia, la droga y terrorismo. Las sectas religiosas y los grupos extremistas se aprovechan de la insatisfacción de los ciudadanos, y el mito de Akira, cuya resurrección significaría para Japón el amanecer de una nueva era, recorre las calles.

Un manga revolucionario

Akira es un manga escrito y dibujado enteramente por  Katsuhiro Otomo. Su publicación entre 1982 y 1992 obtuvo un significativo éxito en Japón. Pero no contento con esto, el propio autor impulsó su publicación en Estados Unidos. Con un formato a todo color y con un sentido de lectura occidental, fue el primer manga en convertirse en un fenómeno en occidente. La obra es considerada como el origen de la enorme popularidad adquirida por este género en la actualidad.

El estilo de Otomo demuestra una mezcla perfecta entre japonés y americano, con ciertos tintes de europeo, pues lo apabullante de algunos fondos nos llega a recordar a Moebius. El dibujo se dedica a cuidar hasta el más mínimo detalle cada una de sus viñetas; desplegando un trazo realista, con una composición de imagen y un argumento absorbente y repleto de intrigas, que hacen de Akira un punto de referencia casi obligatorio para cualquier amante del noveno arte.

Sobresale lo magistral de su arte al lograr transmitir al lector la misma sensación de opresión que padece la población sometida a un gobierno corrupto y una policía tiránica, a una crisis que acentúa la diferencia de clases y castiga a los más débiles. Los diseños de sus personajes, en un ambiente cyberpunk postapocalíptico se transformaron automáticamente en icónicos. No todos han visto o leído Akira, pero todos conocen la moto o la chaqueta de Kaneda.

Katsuhiro Otomo: escritor, dibujante, director y genio

Akira

El 16 de julio de 1988 se estrenó en Japón una adaptación de Akira dirigida por el mismo Katsuhiro Otomo, y coescrita por  Izo Hashimoto. El film adapta los primeros volúmenes del manga, ya que salió antes de que éste finalizara. Lejos de ser un mero complemento al cómic, la película también supuso una revolución en sí misma: transformó la animación japonesa aportando unos nuevos estándares de calidad que no se habían visto hasta la fecha.

Marcó todo un hito en Japón, llegando a ser considerado como un “monumento nacional”, ya que para su realización se creó el llamado Akira Committee, un conglomerado de empresas de animación que aportaron sus recursos técnicos y humanos para ofrecer la mejor experiencia visual.

Haciendo a un lado lo magnánimo de los aspectos técnicos, la calidad del film se debe enteramente a la mano de su creador. Desde el comienzo del proyecto Otomo insistió en mantener el control creativo de la adaptación, poniéndose no solo en el rol creativo, sino también detrás de la cámara. Lo que siguió en adelante fue una confección fuera de serie por muchos motivos. Para empezar, el presupuesto con el que se contaba para realizar la película fue bastante elevado, de tal forma que se la conocería como la obra más cara realizada en Japón hasta entonces, con mil millones de yenes (lo que supondría casi 10 millones de dólares).

Los recursos no fueron desaprovechados, sirvieron para llevar el imaginario de Otomo del papel a la animación. Favoreciendo, hasta el punto de maximizar, o mejorar, la detallada caracterización de los tan icónicos escenarios que sabían nutrir a ese Neo-Tokio, así como también las expresiones de los personajes, juegos de luces y, sobre todo, una inmensa paleta de colores llevada casi hasta la minuciosidad extrema.

Allí donde en las películas animadas tradicionales, por ejemplo en los diálogos, se les animaba solamente la boca y se le encajaba el diálogo para ahorrar, en Akira se hizo al revés: éste se grabó previamente y se animó después el personaje entero, para que encajara con ellos dando una sensación de realismo mucho mayor. Y si vamos más allá del presupuesto nos encontramos con un trabajo de producción cuya entrega y despliegue resultan descomunales.

Los animadores dibujaron entre 12 y 24 imágenes por segundo en algunas partes de la película y produjeron más de 160.000 cels de animación en total. Cada una de estas piezas encaja y construyen a la perfección esta gran obra que se mantiene igual de vigente que hace cuarenta años.

Akira: cuarenta años después de la revolución ciberpunk | Rock y Arte - Divulgación Cultural

Influencia en la cultura pop

Dentro de los grandes hits del cyberpunk, la obra de Katsuhiro Otomo ocupa sin duda un lugar privilegiado. Sentó las bases para que se generase esa imagen del cyberpunk situado en ciudades que recordaban al Tokio futurista, la ciudad decadente de neones, los edificios enormes y el exceso tecnológico; una atmósfera que nos remite inmediatamente a Blade Runner.

Por entonces Japón comenzaba a convertirse en una metrópolis masiva llena de luces y oscuridad, y el futuro empezaba a poder tocarse con las manos; ese futuro tan caracterizado por las normas de la ciencia ficción. Sirvió de inspiración para muchas obras, entre ellas, el Neuromante de William Gibson, que llegaría a Japón unos años después de que Akira comenzará a publicarse.

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 No es desconocido que películas como The Matrix, Tetsuo: The Iron Man, Chronicle, Looper,​ Midnight Special e Inception de Christopher Nolan se han influenciado por el universo de Akira. Los hermanos Duffer, creadores de Stranger Things, han declarado abiertamente que Akira representa una fuerte influencia en su serie para Netflix.

Akira también ha sido acreditada por su influencia en la franquicia de Star Wars y, además, se le considera como el título precursor de la segunda ola de anime fandom de la década de los noventa, ola que traería a occidente franquicias como Pokémon, Naruto y Dragon Ball, las cuales a su vez transformaron la cultura y se convirtieron en fenómenos culturales globales.

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