Anaïs Nin

En la literatura los diarios personales suelen cumplir una función complementaria. Su publicación sirve para indagar en los pensamientos que los grandes escritores resguardan para su intimidad. Ejemplos emblemáticos como los de Alejandra Pizarnik y Franz Kafka buscan mostrar al genio escondido detrás de la obra. El primero con un carácter adrede, sabiendo la poetisa que el destino de estos era la posteridad; el segundo viendo la luz años después de su fallecimiento, contrario a sus órdenes de ser eliminados.

Distinto es el caso de Anaïs Nin, para quien sus diarios nunca significaron un escondite, y menos un complemento. Para ella simbolizaron un lienzo en blanco donde su genio podía bañarse en tinta y revolcarse libertinamente. Su infancia, rota por el abandono de una figura paterna de la que se vengaría perversamente, y un alma predispuesta al arte, la llevaron a entremezclar la vida y la escritura como forma de procesar su forma de ver el mundo.

Anais Nin

Leer sus diarios significa sumergirse en una necesidad por lo erótico, donde los sentimientos se palpan frescos y apasionados, como si hubiese corrido a transcribirlos apenas inundaran su pecho; siempre pasados por ese lente de autoconsciencia y psicoanálisis que la caracterizaba. Su obra confiere un morbo sutil al lector, lo somete a ese voyerismo que ella supo disfrutar entre sus tantos amoríos.

Diarios como forma de vida

Ángela Anaïs Juana Antolina Rosa Edelmira Nin Culmell nació el 21 de febrero de 1903 en Neuilly-sur-Seine, Francia. De su madre, la cantante Rosa Culmell, heredó el amor por la música, y de su padre, el compositor y pianista Joaquín Nin, el trauma que marcó su vida y su carrera. Al ver cómo aquel hombre abandonaba a su familia, una Anaïs de once años decidió escribirle una carta en la que rogaba por su regreso. No volverían a tener contacto en veinte años, pero aquel ruego significaría el detonante que la llevó a plasmar su vida en sus diarios.

La fantasía es para mí una forma de disfraz. El mundo me obliga a la fantasía y ni siquiera yo deseo ver el rostro recién despierto de mis actos

Diarios amorosos: Incesto.
Anaïs Nin: Diarios del erotismo | Rock y Arte - Divulgación Cultural

Influenciada por una infancia repleta de música y arte, decidió abandonar los estudios para trabajar como modelo y bailarina de flamenco. A sus diecinueve años contrajo matrimonio con el banquero Hugh Guiler. La necesidad de una figura masculina que le brindara la estabilidad que nunca tuvo la empujó a los brazos de un hombre devoto a ella, pero por el cual no compartía grandes sentimientos. Su corazón inquieto no podía soportar el aburrimiento de ese matrimonio, y su único consuelo lo encontraba en la lectura de D. H. Lawrence, quien la inspiró a convertirse en escritora y a publicar un ensayo sobre él.

La sombra de su padre seguía atormentándola desde el pasado, causando un dolor que trascendía las décadas. Fue en el psicoanálisis donde encontró refugio y las armas para curar las heridas. Estudió primero con René Allendy y luego con Otto Rank (compañero de Sigmund Freud), quienes no sólo le sirvieron como maestros, sino también como primeros amantes.

Gracias a esto cobraría una autoconciencia que la llevaría a indagar constantemente en sus acciones y en las relaciones que mantenía. Su mirada analítica se traduciría en el papel, nutriendo a esos diarios en los que volcaba su vida con rigurosidad. Cada noche antes de dormir dedicaba unas horas para dar a sus emociones la profundidad que merecían. Aunque la psicología no solo la ayudaría a enfrentar y plasmar sus dilemas, también la prepararía para encarar un despertar doble, como mujer y como escritora.

Despertar del yo erótico

Yo he magnificado a Henry. Puedo hacer de él un Dostoyevski. Le infundo fortaleza. Soy consciente de mi poder, pero mi poder es femenino; exige combatir pero no vencer. Mi poder es también el del artista, de modo que no necesito la obra de Henry para magnificarme. No necesito que me alabe y, como soy artista antes que nada, puedo conservar mi yo —mi yo de mujer— en segundo término. No bloquea su trabajo. Doy sostén al artista que hay en él. June no quiere sólo un artista, quiere también un amante y un esclavo.

Diarios amorosos: Incesto
Anaïs Nin: Diarios del erotismo | Rock y Arte - Divulgación Cultural

La irrupción de Henry Miller en su vida marcó un antes y un después. Ambos quedaron admirados el uno del otro apenas se conocieron, generando una conexión que se afianzó con el paso de los años. La relación con el autor de Trópico de Cáncer estuvo llena de matices que fueron desde el mutuo aprecio por el trabajo literario del otro hasta el goce sexual. Pese a que ambas habían optado por los votos de matrimonio, entablaron un vínculo de amantes que solo fue superado por su férrea amistad.

Al poco tiempo conoció también a June, la esposa de Henry; a los ojos de ambos, ella encarnaba la viva imagen de una Femme Fatale. Y lo que en cualquier otra mujer generaría un conflicto ordinario, en una fuerza de la naturaleza como Anaïs tuvo resultados desenfrenados. Juntas entablaron un amorío puramente pasional, exploraron su sexualidad sin acatar los prejuicios de la época, y se atrevieron a practicar el voyerismo.

Gracias a este triángulo sus escritos personales cobran vida. Las hojas que Anaïs Nin llenaba compulsivamente de repente encontraron rumbo al llenarse de placer, se convirtieron en unos diarios del erotismo. Seguía casada con Hugh, que era consciente de la relación que mantenía con Henry y June, y la pareja también lo era. Todo el drama de esta relación poliamorosa era combustible para su literatura, quedar en medio del fuego cruzado entre Henry y June le permitía desmenuzar sus comportamientos, sus intenciones y su rol entre ellos. Se sentía por encima, como si fuera un psicólogo que escucha y analiza todo para después anotarlo en su libreta y sacar conclusiones más detalladas.

Motivada por este despertar, en 1939 escribió unos relatos eróticos por encargo. La entrada de dinero le sirvió para salir de las deudas y mantener a algunos de los amantes que iba cosechando en el camino. Años más tarde logró publicar por primera vez un fragmento de sus propios escritos personales. La casa del Incesto fue una novela en la que relató una breve relación incestuosa que mantuvo con su padre después de su reencuentro.

Maria de Medeiros (Anais Nin), Fred Ward (Henry Miller) y Uma Thurman (June Miller) en la película June and Henry

Para su padre dicho reencuentro significaba el final de su carrera de Don Juan, como si al seducir a su propia hija pudiera consagrarse con broche de oro. Pero Anaïs llegaba apañada por años de psicoanálisis y el consejo personal de su doctor y amante, el doctor Otto Rank. La niña que una vez había rogado por su vuelta ya no existía, en su cuerpo habitaba una mujer con deudas que saldar. Su plan consistió en seducirlo y rechazarlo como castigo por haberla abandonado, aunque su mejor venganza fue inmortalizarlo en su literatura como el hombre nefasto que fue.

Las novelas y los amoríos se hicieron parte de su vida. Publicó algunos libros de carácter erótico como En una campana de cristal, y compilaciones de sus relatos por encargo: Delta de Venus y Pajaritos. Pero la fama rotunda llegó cuando reunió el valor para publicar la obra de su vida, Diarios de Anaïs Nin. Con 35.000 páginas manuscritas que componían sus diarios, decidió dar a conocer ese universo que hasta entonces había sido únicamente para ella. Se ganó el reconocimiento internacional, y el mundo conoció a una de las primeras mujeres en firmar con su propio nombre los relatos eróticos que protagonizaba, una que no tenía miedo de utilizar su cuerpo y su inteligencia como armas en una época en que la mujer era encasillada en roles de hijas, esposas y madres. Debió censurar algunos fragmentos y nombre de personas que aún vivían, sin embargo ella estaba ahí, habitando desnuda entre sus diarios, rebosante de ese erotismo con el que se atrevía a vivir.

Un legado feminista

Con el paso de los años, y la muerte de las personas mencionadas en sus diarios, comenzaron a editarse y publicarse versiones “inexpurgadas” que mostraban mayor fidelidad: Henry, su mujer y yo. Diario amoroso (1931-1932), Incesto. Diario amoroso (1932-1934), Fuego. Diario amoroso (1934-1937), Más cerca de la luna. Diario amoroso (1937-1939), Espejismos. Diario amoroso (1939-1947).

El auge de su fama coincidió con la segunda ola del feminismo. Se la reivindicó como un ícono feminista y fue invitada a dar conferencias en universidades de diversos países. En la década de los setenta recibió el doctorado honorífico del Philadelphia College of Art (1973), fue elegida miembro del Instituto Nacional de Artes y Letras de Estados Unidos (1974) y obtuvo el premio a la Mujer del Año de Los Angeles Times en 1976.

La crítica es unánime al aclamarla como una de las más notables escritoras de literatura erótica femenina. Se encargó de ser una de las primeras mujeres en realmente explorar el mundo de la literatura erótica, y la primera mujer occidental destacada por escribir literatura erótica.

Anaïs Nin: Diarios del erotismo | Rock y Arte - Divulgación Cultural

En octubre de 1929, dejó una premonición en su diario:

Tengo la ambición, y sé que lo conseguiré, de escribir de forma clara acerca de cosas impenetrables, sin nombre y habitualmente indescriptibles; de dar forma a pensamientos evanescentes, sutiles y cambiantes; de dar fuerza a valores espirituales que suelen mencionarse de manera vaga y general, una luz que mucha gente sigue, pero no puede comprender de verdad. Miraré dentro de ese mundo con ojos claros y palabras transparentes

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