¿Es machista la cultura?
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¿ES “MACHISTA” LA CULTURA?

Traducción al español por María Serrano.

Pero antes de comenzar, ¿qué es la cultura?

Etimológicamente, la palabra ‘cultura’ proviene del término en latín cultus, que significa ‘cuidado’.

Según la Enciclopedia Trecanni, la cultura está compuesta por la suma del conocimiento intelectual adquirido por una persona a través de su educación, sus experiencias y su entorno. Estos elementos se modifican de forma subjetiva y autónoma y son esenciales para formar la personalidad del individuo. A su vez, contribuyen a reforzar sus valore éticos y desarrollan o mejoran sus facultades personales, en especial el criterio de una persona.

Por otra parte, la cultura colectiva está conformada por las distintas instituciones sociales, políticas y económicas, los retos que se plantean a nivel científico y artístico y las formas de expresión religiosa y espiritual que representan el sentimiento de una sociedad en un momento histórico concreto. 

El eje falocéntrico de la cultura occidental, (muy) brevemente.

¿Por qué se habla de una cultura patriarcal? El adjetivo ‘patriarcal’ se utiliza para describir la estructura social y religiosa que ha dominado el mundo occidental a lo largo de los últimos 5000 años. Durante este tiempo, las mujeres han sido relegadas a la esfera doméstica y han sido casi invisibilizadas.

El término Feminismo se utiliza para describir una serie de movimientos sociales que tienen como objetivo derribar las desigualdades de género a nivel político y social, ejerciendo una oposición física y teórica a la jerarquía y poderes predominantes. La representación de la existencia humana a través del lenguaje y elementos gráficos resulta fundamental. 

De hecho, incluso afecta a la percepción de cualquier ser humano hacia su propia especie y hacia sí mismo como individuo. Excluir o menospreciar a parte de la población significa que este colectivo lo va a tener difícil para reclamar la posición que merece en la historia de la raza humana. No fue hasta la Revolución Industrial que las mujeres reclamaron su puesto y comenzaron a luchar por lo que hoy conocemos como “afirmación de género”. 

Comencemos por el principio.

Broude y Garrard, historiadores del arte y profesores de la American University en Washington D.C., sugieren que:

– Desde un punto de vista histórico, el Feminismo ha tenido un peso extraordinariamente grande en las últimas décadas, lo que nos ha hecho no solo preguntarnos por el pasado, sino también plantearnos el presente, cómo entendemos el papel de la mujer, la iconografía relacionada con ellas y la necesidad de prestar atención a un tema que va más allá de estudios humanistas. Se percibe como un tema mucho más cercano y material, por ejemplo, el papel de la mujer trabajando para el sector público.

– En la historia de la humanidad, la transición del matriarcado al patriarcado (ginocentrismo y androcentrismo, respectivamente) es evidente. Sucedió en el periodo de tiempo transcurrido desde la Edad de Piedra hasta la Edad de Bronce y estuvo aún latente en los sistemas de organización de poderes y organización del espacio de vida de civilizaciones como la egipcia, la cretense e incluso en la Antigua Grecia. Aunque el poder ya había cambiado de manos, aún es posible apreciar cómo originalmente había pasado de madres a hijas siguiendo el linaje materno, una costumbre derivada de culturas más antiguas y que adoraban a sus respectivas Diosas femeninas.

– Poco después del año 2000 antes de Cristo, distintas invasiones indo-europeas y la conquista de la Grecia continental atrajo a pueblos guerreros hacia el Mediterráneo desde distintos puntos del globo. Los descendientes de estos pueblos contribuirían a la creación de una civilización occidental patriarcal basada en la adoración al hombre.

Independientemente del papel que hubiera desempeñado la mujer en la sociedad pre-helenística, la sociedad de la Antigua Grecia era profundamente misógina y reprendía deliberadamente a las mujeres. Solo es necesario recordar cualquiera de los relatos pertenecientes a mitología griega y las violaciones que en ellos se describían, muchas justificadas en nombre de Zeus. Además, estudiosos como Christine Havelock, en cuyo ensayo “Mourners on Greek Vases” (“Duelo en vasijas griegas”) escribe sobre la historia social de las mujeres, dejan ver que su importancia no se había perdido y, de hecho, mantenían un papel fundamental en el ámbito ceremonial, aquel relacionado con la vida y la muerte, de orígenes anteriores a la sociedad griega. 

Este legado continuaría a lo largo de los siglos pasando de generación en generación y aún está presente a día de hoy. La historia de Grecia se ha convertido en mito y es utilizada para identificar el origen de las raíces del orgullo y esa supuesta superioridad cultural, siendo esta la misma sociedad que asesinó a Sócrates. Estos hechos resultan fundamentales para analizar la historia desde un punto de vista crítico de cara a obtener conclusiones válidas, teniendo siempre presente que no es oro todo lo que reluce.

Aquí radica la importancia de volver a examinar la documentación histórica desde un punto de vista femenino. No es necesario centrar el discurso en personajes femeninos que cambiaron el curso de la historia según la conocemos, pero sí demostrar que la escritura y lectura de los acontecimientos históricos quedan lejos de ser imparciales, dado que los personajes que marcaron el curso de estos acontecimientos son, en su totalidad, hombres.

No es casualidad que, al hablar Voltaire, no haya ningún libro de estudio utilizado en las escuelas que también hable sobre Émilie du Châtelet, a pesar de ser una de las mayores representantes del movimiento de la Ilustración y coautora con Newton de Éléments de la philosophie (Elementos de la Filosofía), publicado por Voltaire en 1738. Además, la mitad de la historia de la humanidad nunca fue contada por ser considerada inadecuada para una sociedad jerárquica apoyada en la religión, que dicta el criterio moral a seguir.

La civilización del Imperio Romano después de la muerte del emperador Constantino y el gran alcance del cristianismo generaron grandes cambios mediante la imposición de la figura de la Virgen María. El culto a la Virgen también negaba cualquier acusación de que la Iglesia fuera (y aún es) misógina. Durante un largo periodo de tiempo histórico, las mujeres fueron excluidas de la vida pública. La política, la economía, la ciencia y el arte eran solo para los hombres.

Las manifestaciones artísticas eran, con raras excepciones (como Artemisa Gentileschi), etiquetadas y mostradas dentro de una categoría interpretativa diseñada por hombres e impuesta a las mujeres con un propósito social que poco tenía que ver con nuestra concepción de arte o cultura universal. Los intereses masculinos se han confundido con temas universales pero la idea de la realización cultural no tuvo su origen hasta el periodo del Renacimiento italiano. Sin embargo, este ha ejercido una influencia de una magnitud desproporcionada a la misma vez que una visión distorsionada sobre el pensamiento histórico.

Cultura

El imaginario modificó la lengua y la estética. Esto es particularmente notorio si nos fijamos en la opinión avalada por tradicionalistas de todos los tiempos con respecto al axioma “raciocinio/poder/dureza masculina” / “sentimiento/delicadeza/fragilidad femenina”, que se refleja en la dualidad santa/puta (Virgen María/María Magdalena) que viene del respeto o rechazo de este código de comportamiento. 

Como ejemplo podemos encontrar la Piazza Della Signoria en Florencia. Este lugar fue considerado durante mucho tiempo el punto de origen y lugar de expresión de la ideología estética. Las referencias apuntan a Florencia, aunque en la época se convirtió en tendencia en toda la sociedad occidental. Si nos encontrásemos en el Sala del Lirio en el Palazzo Vecchio de Florencia y prestásemos atención a las estatuas de Judith y Holofernes de Donatello, que son cambiadas de sitio continuamente por todo el recinto y reemplazadas por las imágenes de Cellini y Giambologna, entenderíamos por qué.

De hecho, lo único que se ve son mujeres violadas por hombres. Surge una urgencia psicológica y política de expresar la subordinación radical de las mujeres hacia los hombres y se puede observar desde la supresión gradual de la estatua de Donatello, tal y como ya sugirieron Broude y Garrard.

Esto es incluso más evidente si consideramos la decisión de apoyar económicamente imágenes que glorificaban la decapitación de Perseo a Medusa en el Rapto de las Sabinas. Esta decisión de representar y glorificar asesinatos brutales y raptos o violaciones violentos es muy significativa, pues estas imágenes se encuentran situadas a la vista de todo el mundo en el centro de Florencia, la arteria principal de la vida cultural de la ciudad.

Cultura Machista

El objetivo es acentuar el género político de la cultura que dio lugar a estas obras, los valores que, de acuerdo a los esquemas canónicos debían encarnar la mujer, están inspirados en la idea tradicional de “feminidad”. El modelo de mujer sumisa y ejemplar aún sobrevive a día de hoy a través del culto a la maternidad, el cual continúa promoviendo una idea de feminidad idealizada en un contexto social de dominación masculina.

Los patrones de comportamiento de la clase dominante para educar a las mujeres y a los hombres a través de la historia son cruciales para el desarrollo de los patrones de comportamiento de los individuos. Sin embargo, por mucho que pueda doler, son medibles, repetibles y reproducibles. Esto resulta fundamental a la hora de comprender por qué algunas de las herramientas de análisis de corte feminista pueden identificarse en una aproximación de las ciencias sociales, el psicoanálisis y un estudio multidisciplinar.

La ruptura final tuvo lugar con la Revolución Industrial dado que sus propias fallas generaron problemas relacionados con el género. Ese hecho tiene sus orígenes ya en el período de la Ilustración. La Revolución Industrial supone un paso decisivo ya que la interconexión entre el nivel de alfabetización con la economía y con la función de la mujer en las sociedades occidentales ganó en este momento más peso que nunca.

Esta es la razón de que la representación iconográfica y lingüística esté siendo testigo de un cambio lento pero imparable.  

En las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, los movimientos de las mujeres fueron cada vez más influyentes y estuvieron más presentes, al punto de que las mujeres afirmaron que existía la necesidad de un lenguaje más inclusivo que incluyera a las mujeres a escala mundial. Esto nos lleva al concepto de Mirada Masculina, el hábito de utilizar la mirada masculina como punto de referencia para representar la realidad desde una única perspectiva, la del hombre occidental heterosexual.

Si nos fijamos en cualquier representación, podemos darnos cuenta de que además del problema de la representación histórica y el lenguaje visual, la batalla por la reafirmación de la inclusión lingüística ha existido durante mucho tiempo. El ejemplo de la “e” final y más generalmente de la atención en el lenguaje muestra que mujeres como Vera Gheno o Lera Boroditsky, una de las figuras que más ha contribuido a la teoría de la lingüística relativa, estén intentando luchar día a día contra constructos ideológicos desfasados mediante la palabra, haciendo referencia a la exclusión que la mujer experimenta en el mundo.

En conclusión, la cultura en sí misma no es sexista. El sistema socioeconómico que genera la cultura es falocéntrico y va unido al sistema económico existente que está construido sobre un modelo masculino predominante. La cultura por sí misma no es un monolito y se puede adaptar dependiendo de las necesidades  de los productores y consumidores que conforman la sociedad.

Artículo publicado originalmente en EcoInternazionale.

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Alice Castiglione
Autora en Rock & Art UK | + publicaciones
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