Quereme trash: Fleabag
A la dramaturga, guionista y actriz londinense Phoebe Waller-Bridge su familia le decía “bolsa de pulgas» (fleabag). Y así se titula la serie que ella escribió y protagonizó. En doce capítulos y dos temporadas cuenta la historia de una chica de Londres que se odia a sí misma y al final termina por perdonarse. Estrenada en 2016 y 2019, la serie sigue siendo un referente ineludible sobre cómo contar personajes femeninos con verdad.
La escritora Lorrie Moore narra en un cuento precioso que escribir es como sentir que algo huele mal en la heladera, sin llegar a descubrir qué alimento es. La metáfora aparece en el cuento “cómo convertirse en escritora” y esta imagen es la foto perfecta para la crisis de los treinta que atraviesa la protagonista. Quien también se llama Fleabag.
Fleabag, algo huele mal
Fleabag no puede parar de robar cosas ni de tener sexo, se desconecta de sus emociones. Es su manera de lidiar con la muerte de una amiga, y la reciente pérdida de su madre.
En clave de comedia dramática o drammedy, es una historia innovadora, con un enfoque audaz y escenas de un humor desopilante y corrido. Tener treinta no está tan bueno como se supone que debería. De hecho, esa era la idea original del monólogo teatral que dio lugar a la serie.
No te vayas sin tu dinosaurio
Los diálogos son brillantes y los personajes, bastante rotos, abrazan su vulnerabilidad. Llama la atención el uso poético de los objetos. En algo tan simple: un dinosaurio de plástico que tienen Phoebe y su novio como talismán para no separarse. El genial manejo de objetos en relación con la madrastra es otro capítulo aparte.
Phoebe Waller-Bridge interpreta a Fleabag. Quien muestra una adicción al sexo como forma de transitar un momento difícil. Se acuesta con cualquiera sin sentir nada, manda fotos eróticas que no desea mandar, desde su oficina. O se roba objetos de cualquier lugar.
La pareja de personaje femenino fuerte con novio contenedor es innovadora en las comedias románticas. En general, las mujeres son contemplativas con los desmadres del hombre. Acá es al revés. La «revoltosa» de la pareja (hace bromas pesadas, desaparece) es la chica, el que se arma de paciencia es el hombre (también tiene esa dinámica la serie Love, de Judd Apatow).
Matrigna, la madrastra erotizada
La actuación de Phoebe es contundente, fresca. El arco narrativo de esta historia no para de sorprendernos con sorprendentes puntos de giro. De humor audaz, incómodo. La madrastra, Olivia Colman, da lugar a escenas de tensión y de parodia.
Olivia Colman es Matrigna, una excéntrica y desalmada artista plástica con modales ingleses implacables. Quien puede inaugurar una galería de penes en un museo. Dándole puñales por la espalda a la protagonista, siempre con una sonrisa.
Mientras los episodios avanzan, completamos las piezas que nos faltaban en la historia y vamos comprendiendo los motivos de Fleabag para actuar como actúa.
Romper todo, romper la cuarta pared
Ella lidia como puede con su padre, con su madrastra (Colman, la artista erotizada), con su hermana Claire y con su cuñado Martin, temible y manipulador. Interpretado con maestría por Brett Gelman, el inolvidable antagonista de la serie Love.
La protagonista mira a cámara, crea cercanía e identificación (no solo por el recurso, que ya usaba Kevin Spacey en House of Cards. Por la indefensión del personaje, que nos hace identificarnos. Por la risa que llega en momentos patéticos y divertidos. Como las selfies sexuales en el trabajo).
Escenas de humor sin edulcorar
Una imagen que daba para el cliché y se resuelve de otro modo: las dos hermanas frente a la tumba de la madre. Esperamos un diálogo sentido, conmovedor. No sucede. Ellas se ponen a recordar el olor de las flatulencias de la difunta. Humor, ternura, patetismo. Así todo.
Fleabag construye espacios inolvidables, como el bar de chinchillas, bastante deprimente, que tiene la protagonista.
O momentos únicos: las dos hermanas compartiendo un retiro de silencio, que podría haberse ido a algo más tradicional o edulcorado como Comer, Rezar, Amar de Julia Roberts. Sin embargo, la serie esquiva esa curva y suma jugosos puntos de giro.
Selfies en la oficina
Esta historia renueva el tratamiento de los personajes femeninos. Que pueden ser más audaces, tener más profundidad.
Mostrar contradicciones. Siendo independientes y al mismo tiempo dándole el teléfono a un chongo random en el colectivo. Porque no pueden estar solas. La protagonista nos atrapa en su mundo, es tridimensional, tiene sus capas. No es obvia. Está por fuera del típico personaje femenino de comedia, es mucho más sexual, simpática, indefensa, sin rumbo, inteligente, mordaz y tierna.
El cura y su biblia hot
El arco narrativo de la serie teje en doce episodios una historia cómica y sentida. La segunda temporada es un poco más amable, porque el amor es lo es. Se abren otras opciones. Al menos, en las historias que todos los personajes viven (la hermana, el padre, la protagonista).
Claro que ella siempre desafía las normas, y si se enamora, será de un cura (conmovedora interpretación de Andrew Scott). Fleabag lleva la carga de ser la distinta de su familia. Su ser incorrecta es señalado hasta el cansancio por la madrastra Matrigna y el cuñado Martin, dos antagonistas geniales. Pero es ella quien sostiene a su familia en los momentos clave. Aunque claro, desde su peculiar manera de ser. Fleabag tiene una relación muy tensa con su perfecta y blindada hermana.
El poder de la vulnerabilidad
El cura le da una biblia marcada con señaladores como quien se lanza en todo un gesto romántico y audaz, es lo que él puede permitirse. Los personajes están rotos y hacen lo que pueden.
No podemos dejar de identificarnos con su vulnerabilidad y su ternura. Fleabag es una historia con peso propio y un referente ineludible que retoma la construcción de personajes femeninos con verdad. Y también nos inspira a seguir adelante siendo quienes somos.