Samantha Schweblin

“(…) Y a mí me gusta, cada tanto, 

contar cosas que a la gente le interesen”.

Samanta Schweblin – Siete casas vacías

La literatura tiene la capacidad de ofrecer a quien lee infinitas posibilidades. Alberga mundos conocidos y  aquellos que resultan completamente extraños, atraviesa el tiempo y hace de la palabra su herramienta más eficaz para conmover.

Algo  muy similar sucede con las historias de Samanta Schweblin,  autora de varios cuentos como El núcleo del disturbio (2002), Pájaros en la boca (2009) y Siete casas vacías (2015),  quien además integra la lista  de  escritoras latinoamericanas más importantes del último tiempo.  

Samanta Schweblin nació en Buenos Aires en 1978,  y ya en sus primeros años de vida había descubierto una gran conexión con la literatura. Escuchar a su abuelo leer y a su madre contar historias,  fue quizás para ella el interruptor que encendió su pasión por las palabras y los cuentos. 

SAMANTA SCHWEBLIN: EL PODER DE LA PALABRA | Rock y Arte - Divulgación Cultural

Fotografía de Suhrkamp Verlag

Egresada de la Universidad de Buenos Aires, de la carrera de Cine, logró en el año 2001 ganar el primer premio del Fondo Nacional de las Artes por su libro de cuentos El núcleo del disturbio

Después de un par de años y con una beca de por medio, Schweblin se instaló en Berlín, lugar donde reside actualmente, y destina parte de su tiempo a dictar talleres literarios. 

El ejercicio de escribir y al mismo tiempo enseñar, la obliga a involucrarse  constantemente en otras historias e indagar en los mecanismos narrativos ajenos y propios.

Artista sin género

Si al estilo se lo puede definir como el modo de hacer de un artista, los géneros son aquellas estructuras que contienen, ordenan y delimitan ciertos discursos dentro de una categoría. 

Para la autora, pensarse dentro de un molde reduce las posibilidades de habitar varios lugares al mismo tiempo. Así es que sus cuentos nacen únicamente de la necesidad de contar historias. 

Si bien es verdad que Schweblin coquetea con el realismo y lo fantástico, su estilo parece despojado de ataduras. Aquello le permite ciertas licencias a la hora de escribir,  al igual que una franqueza autoral. 

En varias de sus historias, lo que se presenta es una una realidad extraña, inesperada, pero que es al mismo tiempo aceptable, real. Mientras que en otros cuentos, esa línea puede parecer un tanto más difusa.  

Schweblin aplica estas particularidades narrativas como una forma de omitir partes de lo que ocurre en la historia, para generar esa sensación de irrealidad en el relato. Tal vez hay algo más que se le pueda estar escapando al lector. 

Por otro lado, sus cuentos dejan entrever que es el mismo lector, quizás, quien le adjudica el carácter de lo fantástico en su lectura. Como un modo de otorgarle significado a sus historias. En ese sentido, es probable que lo fantástico en sus relatos tenga más que ver con los lectores que con lo temático y la manera en que estos cuentos han sido contados.

Samanta Schweblin junto a su libro Siete casas vacías

Su vínculo y  afinidad por los relatos cortos no ha generado en Samanta ninguna antipatía por las novelas. De hecho, ha escrito dos: Distancia de rescate (2014) y Kentukis (2018). Aunque aquello no ha evitado que desarrolle un método propio para la escritura de sus cuentos.

En sus relatos, la tensión, al igual que el detalle, figuran como elementos fundamentales en las historias. Muchas veces, son lo más importante. En una entrevista para La Mula,  afirmaba: 

«Para mí es muy importante la tensión 

cuando leo y escribo. No se trata solo de la 

administración de la información”.

Para ella resulta casi tan indispensable incluirla, como sostenerla sin importar cuánto se avance en la historia.  Es por eso que la función de los detalles en sus relatos parecen determinantes para construir los hilos narrativos.

El fracaso del lenguaje 

La distancia entre lo que se piensa y se dice, entre lo que se dice y luego se hace, puede ser entre, otras cosas, muy corta como abismal.  Eso depende en muchos casos de la facilidad que se tenga para desenvolverse frente al mundo exterior. 

El lenguaje para la autora ha sido por momentos más un enemigo que un aliado, y es por eso que entre los once y doce años de edad,  se enojó de tal forma con él que estuvo un año sin hablar. La palabra, en cambio, ha sabido ser un lugar seguro para Schweblin, así como lo es la escritura. Un refugio interior e íntimo, donde es capaz de volcar a la hoja en blanco qué decir y cómo. Una forma de conectar y ordenar sus pensamientos, de control.

“Puedo trabajar sobre el lenguaje el 

tiempo que quiera, exigirle todo lo

 que quiera hasta que, al fin,

 diga lo que yo quiero decir”. 

Entrevista La Mula

En su recorrido como escritora, su palabra ha sido capaz de quitar y otorgar fuerza a sus relatos. En muchas de sus historias, el diálogo figura como motor narrativo, así como también lo han sido las dinámicas familiares y/o sociales, los cuestionamientos a la norma y la manera en que construimos  las relaciones humanas.

Algunos de sus cuentos exploran lo disfuncional de la realidad que habitamos diariamente, permitiéndole crear personajes que profundicen, transgredan y dialoguen de una manera poco ingenua con estas ideas preestablecidas que todos tenemos de aquello que asumimos como normal o probable. 

De una forma u otra, esa normalidad que se nos presenta como lo real, responde a un pacto social y cultural que se ha ido construyendo. 

SAMANTA SCHWEBLIN: EL PODER DE LA PALABRA | Rock y Arte - Divulgación Cultural

Por eso Schweblin se hace cargo y responde siempre con firmeza, ya que para ella esa normalidad nunca debe ser asumida como verdad absoluta. No se puede estar sujeta a ella. Romper estos moldes,  significa  proponer nuevas lecturas que evidencian lo que está obturado por la mirada.

Esa tarea sensible y comprometida de encontrar y construir en los personajes, historias y modos  de apropiarse del mundo, en la que se sumerge, invita a reflexionar sobre las maneras en que se piensa y se vive.

Otorgando a quienes la leen la potencia de asumirse por fuera de las presiones sociales,  culturales y cotidianas, permitiéndose una verdadera liberación.

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