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SociedadTecnología

Cyborgs e inteligencia artificial: el devenir de lo humano

Los seres humanos tenemos una historia repleta de avances tecnológicos que marcaron un antes y un después para nuestra especie. Con el paso de los siglos, aprendimos a usar la naturaleza a nuestro favor y complejizamos sus usos hasta llegar a la sociedad avanzada de nuestros tiempos.

La era cyborg

Y si bien fueron varios los inventos que revolucionaron nuestra forma de vivir –como la rueda o internet–, la realidad es que hoy nos encontramos frente a un cambio de paradigma crucial. El límite entre humanos y máquinas nunca fue tan difuso, y para algunas personas ya ni siquiera existe. Por primera vez nos encontramos con avances tecnológicos que dejan de transformar el espacio a nuestro alrededor para transformarnos a nosotros mismos. Entramos, cada vez más rápido, hacia nuestra era cyborg.

La tecnología ingresa a nuestros cuerpos: somos tecnología. Incorporamos robots y los robots nos incorporan a nosotros. Desde humanos con órganos cibernéticos hasta robots con inteligencia, los avances tecnológicos de dan a un ritmo tan exponencial que ya no quedan dudas: nos movemos hacia un lugar más allá de lo humano.

Las preguntas son infinitas. ¿Qué es lo que ocurre cuando nuestro cuerpo es la tecnología? ¿Podemos confiar en una máquina que creamos nosotros mismos? E incluso, ¿estamos realmente listos para que la tecnología se independice de nosotros? 

La ciencia ficción, históricamente, se encargó de advertirnos sobre los peligros del uso incorrecto de la tecnología. 1984 y Un mundo feliz son obras ya clásicas que indagan en estos temas, así como también Frankenstein, cuyo monstruo deja entrever tanto el peligro de la máquina como el peligro humano. Sin embargo, ya no se trata de especulaciones: el siglo XXI nos permite tener relatos en primera persona sobre este cambio de paradigma. 

El pasado 21 de noviembre la Fundación Andreani organizó la primera edición de Posthumania, un evento multidisciplinario sobre el impacto de las nuevas tecnologías en la vida humana. En uno de los paneles, coordinado por Germán Rúa, el público tuvo la oportunidad de dialogar con Neil Harbisson, el primer cyborg reconocido como tal por organismos gubernamentales.

Vivir como un cyborg

Neil tiene una antena implantada en su cráneo. Al nacer con monocromatismo, la antena le permite escuchar los colores que no puede ver a partir de la vibración de cada frecuencia de color. Su órgano cibernético, además, le concede poderes posthumanos, porque también percibe las frecuencias de infrarrojos y ultravioletas. “Yo quería convertirme en la tecnología”, dijo.

No fue sencillo. Antes de lograr el implante, un comité de bioética había denegado su solicitud de incorporar la antena por no ser un órgano preexistente y por poder percibir más colores que el ojo humano. Sin embargo, Neil encontró un doctor dispuesto a realizar la cirugía, y la incorporación total del nuevo órgano solo demoró dos meses en fijarse.

“Yo ya no sabía diferenciar el software de mi cerebro (…). Este es el punto en el que empecé a sentirme cyborg”, explicó Neil, agregando además que hay gente que ya es psyborg, es decir personas que no tienen un cuerpo cibernético pero que lo tienen incorporado a nivel psicológico, como cuando decimos “me quedé sin batería” a pesar de referirnos a nuestros dispositivos. Con esta aclaración, el devenir ciborg no parece ni tan irreal ni tan lejano.

neil harbisson y moon ribas - cyborgs

Junto a Moon Ribas, también cyborg (con implantes en los pies que le permiten sentir terremotos), fundaron la Fundación Cyborg, para defender el activismo ciborg a nivel social, artístico y político. Desde la fundación crearon los cinco derechos cyborg:

  1. Libertad para tener el cuerpo que se desea tener.
  2. Que los implantes sean considerados órganos en vez de elementos electrónicos.
  3. Que nadie tenga el derecho a romper o quitar los nuevos órganos.
  4. Poder decidir quién tiene posibilidad para entrar en los cuerpos cyborg (en relación con hackeos)
  5. Igualdad: la cantidad de implantes que tengas no te hace mejor ni peor.

Neil planteó la necesidad de repensar las regulaciones para que estas puedan contemplar los derechos cyborg. Habló de los problemas que tuvo para renovar su pasaporte (que ahora es el primer pasaporte cyborg del mundo) y de cómo una agresión hacia su antena sería considerada daño a la propiedad privada en vez de agresión física, para ejemplificar la extensión de este cambio de paradigma.

Transespecismo

Además, conversó sobre el transespecismo como una corriente capaz de reducir la brecha entre el ser humano y la naturaleza, explicando que los implantes aumentan la percepción de esta. Luego enfatizó que su vivencia se trata de sentidos artificiales y no de inteligencia artificial, ya que la antena solo genera un estímulo sensorial que luego es traducido y aprendido por la inteligencia humana. Cerró el panel respondiendo a las consultas del público.

En el plano de la inteligencia artificial también hay novedades. Así como Neil y Moon decidieron establecer los derechos de los cyborgs, la UNESCO postuló, en la misma semana en la que se realizó Posthumania, una Recomendación sobre la Ética de la Inteligencia Artificial.

Está en el nombre: es una recomendación, no es legalmente vinculante. Intenta acercar recomendaciones sobre algunas tecnologías que generaron controversia, como el reconocimiento facial o los algoritmos y su impacto negativo sobre la diversidad cultural y lingüística. Se basa para ello en tres pilares: el respeto de los derechos humanos, el Estado de Derecho y la lucha contra la discriminación.

La recomendación también tiene en cuenta la protección de la privacidad, la prevención de los sesgos que puedan perjudicar al rendimiento de estos sistemas, la promoción de un entorno más inclusivo en el sector responsable de desarrollar estas tecnologías e incluso la reducción del impacto ambiental de estos sistemas.

Tanto el activismo y el ser (o devenir) cyborg, como la recomendación de la UNESCO, evidencian la importancia que tiene para esta época el vínculo entre robots y humanos (y transespecies, claro). Por un lado podemos ver la nobleza y honestidad en el deseo de ser cyborgs, y las posibilidades increíbles que representa para estas personas. Por otro lado, es clara la incipiente necesidad de regulaciones sobre estas tecnologías, aunque la recomendación de la UNESCO solo funcione como una tímida sugerencia.

Históricamente, los avances tecnológicos se dieron –y se siguen dando– de forma desigual en todo el planeta. Muchas veces son beneficiosos para quienes pueden acceder a ellos, mientras que los efectos dañinos son absorbidos por las comunidades más vulnerables. No olvidemos que este un territorio en el que conviven cohetes espaciales y comunidades sin acceso al agua potable. Vale la pena preguntarse, entonces, qué tan listos estamos para convivir en una sociedad donde los humanos cada vez se parecen más a los robots y los robots cada vez se parecen más a los humanos.

¿Quiénes van a poder acceder a esta tecnología? ¿Cómo garantizamos que la brecha de desigualdades no se profundice a raíz del transespecismo? ¿Cuáles son los límites legales que es necesario imponer sobre el desarrollo de la inteligencia artificial para evitar una sociedad de control? ¿Seremos capaces de preservar lo esencialmente humano? ¿Vale la pena preservarlo?

El cambio es inminente. Lo que importa entonces es dejar de pensar en estas revoluciones cuantitativas, para dar lugar a una transformación cualitativa del pensamiento. Los debates éticos aún no están saldados y nunca estuvieron tan vigentes como en este momento. Es hora de pensarnos y de imaginar nuestro devenir de la manera más justa posible, con un futuro que contemple las necesidades humanas, transespeciales y naturales.

Bienvenidos a esta nueva era.

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