Kurt Cobain
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Kurt Cobain, el último héroe del rock

A pesar de haber desaparecido demasiado temprano, Kurt Cobain y Nirvana es el símbolo de los años ‘90. Irrumpieron en el mercado generando un quiebre pocas veces visto. El golpe fue devastador. Salvo el hip hop o la electrónica, el resto del mundo de la música se vería sacudido por la pérdida. La fórmula era tan vieja como efectiva: ser simples, personales y directos. Aunque en esta ocasión tenían un condimento extra: eran tan reales y creíbles que cualquier adolescente promedio del mundo capitalista occidental podía identificarse con ellos. Ni siquiera los punks británicos de los ‘70 tuvieron una simbiosis semejante con los jóvenes de su generación. 

Nirvana puso en tela de juicio el sistema de valores del star system y la falsa representatividad que ostentaban sus modelos. Personajes omnipotentes como Axl Rose o Madonna vieron cuestionada su legitimidad como ídolos. Así, desataron un incendio inesperado. La idea era clara: no aceptamos que nos digan cómo ser, pero tampoco nos interesa plantear un modelo de conducta. Esta particularidad fue compartida por otros grupos, pero Nirvana la llevó a su máxima expresión. 

Nirvana

¿Quiénes eran estos chicos que parecían haber crecido al costado del mundo? No pertenecían a nada, ni siquiera a la escena grunge de la cual fueron reyes. No tuvieron que transitar durante años el underground de Seattle, como Soundgarden, o los integrantes de Mother Love Bone, Stone Gossard y Jeff Ament. Simplemente tomaron el mundo por asalto.

Como en muchas otras historias, el éxito que lograron fue inversamente proporcional al nivel de subestimación que habían sufrido. Desde el rechazo sistemático, se convirtieron en voceros de una generación incrédula y decepcionada de todas las luchas anteriores. La invitación fue sencilla, Come as you are, vivir la vida tal cual sos, sin artilugios ni añoranzas. Hoy. Sin pensar en un mañana redentor, en recetas mesiánicas, ni ideales demasiado claros. Sin falsas esperanzas. 

Héroe generacional

La figura del héroe es un elemento central de la mitología occidental. A través de una construcción simbólica, reúne las características del deber ser social, el virtuoso que sacrifica su existencia en pos del bien común. Como genuina representación del ser humano, el héroe tiene claroscuros y puntos débiles. Esta ambivalencia es lo que distingue a los héroes de los dioses. La cultura de masas no escapa a este modelo.

A lo largo de su expansión, colocó en el papel de héroes a figuras centrales de su estructura. Las estrellas de rock incorporaron esa función como característica esencial de su existencia. Se convirtieron en figuras intocables, protegidos por una industria millonaria que fomentaba su supuesta rebeldía para generar montañas de dinero. Se creó una mitología propia basada en el exceso sin fin como valor fundamental, la opulencia como finalidad y el sexismo misógino como código común. 

Kurt Cobain, el héroe generacional

La trascendencia que obtuvo Cobain lo llevó a ser el indicado para cumplir ese rol con naturalidad, pero en él se convirtió en una carga, ¿por qué? Su construcción artística se basó en la coherencia   y el compromiso de grupos como Sonic Youth y Pixies. Ambos estaban lejos de los valores estándar de la industria. Representaban un mundo acotado, una escena de grupos con escasa convocatoria cuya misión era vivir por la obra, no para ella, no de ella. El producto artístico como elemento central de su existencia, sin más, sin una ambición desmedida de poder o egolatría. 

Desde este postulado, Cobain generó un universo creativo personal e introspectivo que lo representaba y hablaba de él con franqueza. Ese aspecto fue la clave a través de la cual millones de jóvenes se sintieron identificados: por fin encontraban a alguien que podían llegar a ver al reflejarse frente al espejo. Como una irónica contradicción, el compromiso existencial que asumió como artista fue el elemento que lo llevó a convertirse en una estrella mediática. Todos admiraban su forma de plantarse ante el sistema, hacer lo que quería, no ser lo que detestaba. 

Como sus predecesores, ídolos de masas, su vida se convirtió en una telenovela con personajes típicos del género dando vueltas a su alrededor. El inesperado éxito de Smells like teen spirit lo ubicó en un lugar donde los flashes no paraban de disparar. Sufrió el desencanto de verse en una posición que nunca ambicionó.

El mundo esperaba un nuevo sermón y él era el señalado para predicarlo, una carga demasiado pesada. Nadie de su generación logró ese nivel de identificación. Ante el fin de las ideologías y el colapso de la american way of life post Ronald Reagan, ¿qué mejor gurú que alguien que sufría en carne propia la misma desilusión que el resto?

Kurt Cobain

Lo heroico de Kurt Cobain no radica en su lado brillante y grandioso, sino en su contracara. Sus debilidades, expuestas públicamente, fueron las que lo convirtieron en referente. Lo inestable de su carácter no respondía a los caprichos de una estrella glamorosa empecinada en tener más y más, sino a una personalidad atormentada, víctima de sus propias dudas. Fue una persona común inserta en un sistema que le exigía un éxito desmedido.

Lo mismo les ocurría a sus seguidores, trabajadores a medio tiempo, estudiantes sin expectativas o desempleados relegados del mundo laboral. Sus puntos débiles ayudaron a forjar su leyenda, por el contrario que el resto de los rockeros, quienes se esforzaban por mostrarse indestructibles. Producto de la espontaneidad y sin pretender esconder nada, creó una obra que lo trascendió. El público se apropió de sus canciones, las convirtió en himnos, lo celebró comprando millones de discos y llenando estadios. 

Última manifestación del rock

Cobain era un artista que expresaba sin disfraz lo que vivía. Fue el último héroe cotidiano, la proyección del ser humano en su máxima expresión, repleto de imperfecciones. Una tormenta de sentimientos atrapados temporalmente entre el fracaso de la frialdad yuppie y el inicio del control total ejercido por el internet. Como todo héroe de leyenda, su destino fue trágico. “Es mejor estallar que desvanecerse”, escribió en su carta epitafio. Quizás hasta en eso fue coherente. El mundo no está hecho para sentimentales.

Kurt Cobain y Dave Grohl

Dave Grohl y Kurt Cobain

El compromiso que asumió con su obra fue tan elocuente que Nirvana es Kurt Cobain y Kurt Cobain es Nirvana. No necesitaba a Dave Grohl o Krist Novoselic: de cualquier forma lo hubiera logrado. Tenía una enorme necesidad de expresión y cualidades sobresalientes para hacerlo. Generó con el público un diálogo simbólico y catártico tan íntimo que el grupo dejó de ser una banda de rock para convertirse en la expresión artística de una generación. Ni siquiera Pearl Jam, su competidor más cercano, pudo lograr semejante comunión.

Kurt Cobain abrió las puertas para un conjunto de bandas que venían luchando mucho antes que ellos y que quizá ofrecían productos mejor armados pero que, a pesar de ello, sería difícil imaginarlos sin Nirvana. 

Desde su desaparición, el rock no volvió a dar una figura semejante. Fue admirado por sus contemporáneos y por referentes de generaciones anteriores. In Utero, su último disco, fue un gran paso artístico, pero dejó la sensación de un trabajo detenido a mitad de camino. La corta carrera del grupo genera una sensación de apetencia insatisfecha, como si los Beatles se hubieran separado luego Revolver.

Quizás sea esa la explicación de su vigencia. Le devolvieron al rock una conciencia política alejada de los lugares comunes expresados en discursos panfletarios. Apelaron a un salvajismo consistente que se había perdido. Esta falta de apego a las fórmulas fue la característica que los distinguió del resto, compromiso difícil de sostener y del que no hay muchos ejemplos para comparar. 

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