LuchadorasOjo Crítico

8M todavía marchamos: reflexiones desde el hartazgo

8M

El 8M volvimos a las calles y, como todos los años, las mujeres nos organizamos para visibilizar la violencia machista que vivimos todos los días. La diferencia es que año a año los números de mujeres a las que recordamos, y por las cuales pedimos justicia, es cada vez más grande. Y en muchos casos, los crímenes más atroces.

Un 8M marcado por el hartazgo

Quizás este año en Argentina lo estemos viviendo más a flor de piel que nunca. Hace una semana nos enterábamos de que a una chica la violaban en grupo seis varones, cuatro adentro de un auto y dos afuera, de campana, a plena luz del día en un barrio porteño. En la misma semana, violaron a una nena de 13 años en la calle y a otra piba en su UPD.

8M - Marcha

Los números crecen, los nombres son más. ¿Por qué cada 8M tenemos que salir a la calle con más bronca y saña que los años anteriores? ¿Por qué los números no bajan? ¿Cómo esperan que tengamos un “feliz día” si hoy nuestros abrazos están llenos de duelo?

Las leyes están y siguen en aumento, porque Argentina siempre fue un país pionero en legislación con perspectiva de género. Es más, hoy también contamos con un ministerio abocado a dar respuesta frente a la demanda social y político-económica que implican las consecuencias de la violencia machista. Sin embargo, los números no bajan y la situación es cada vez más alarmante.

¿Qué es lo que está fallando?

En resumidas cuentas (aunque este sea un fenómeno tan transversal como multifactorial), las medidas adoptadas son paliativas e insuficientes, pero además de eso, no hay consecuencias reales para quienes perpetúan la violencia machista. Todavía en la comisaría te preguntan qué llevabas puesto, en la tele qué tomaste… Y mientras tanto hay juicios eternos, femicidas sueltos y mujeres con miedo a denunciar.

Hoy por hoy la denuncia sola no garantiza protección. De acuerdo con el observatorio de MuMaLá, en el 2020 el 20% de las víctimas de femicidio ya habían denunciado a su agresor. Además, el 10% tenía restricción de contacto o perimetral y el 1 % botón antipánico, que son medidas judiciales. Los datos también demuestran que el lugar donde estamos más inseguras es nuestra casa, con más de un tercio de los femicidios produciéndose ahí.

Hasta podríamos observar detenidamente el caso de Thelma Fardín contra Juan Darthés. Esta denuncia, que involucró esfuerzos de tres países diferentes y que en sus varios años de existencia tuvo un impacto tan fuerte como el #MiráComoNosPonemos, también es una clara muestra de cómo opera la justicia machista. Hace unas semanas se dio a conocer que el juicio, casi caprichosamente, volvía a cero. 

No es difícil imaginarse qué ocurre entonces con los juicios que inician las mujeres comunes, sin acceso mediático, que sufren violencia de género e inician una denuncia por vía judicial. Fardín lo remarca siempre: iniciar un juicio implica un esfuerzo económico y emocional que no es accesible para todas las denunciantes, y eso debe cambiar.

Esfuerzos para una sociedad más igualitaria

Podríamos decir que la conciencia social sobre la violencia de género va en aumento. Más mujeres son capaces de reconocer que la sufren y buscan denunciar a sus agresores. Sin embargo, si las líneas de asistencia colapsan, la burocracia descentraliza los esfuerzos para frenar la violencia y la justicia juega a favor de los opresores, entonces tenemos que redireccionar nuestra lucha hacia las transformaciones necesarias para terminar con estos obstáculos. 

#NiUnaMenos fue una movilización revolucionaria que marcó un antes y un después en nuestra sociedad. Las mujeres nos visibilizamos, alzamos nuestra voz y con ella dejamos muy en claro que no vamos a tolerar más muertas por femicidios. La concientización está. Las jornadas de lucha, de debate, la Ley Micaela… razones para ser feministas tenemos a rolete. Nuestras marchas se resignifican alrededor de este conocimiento, porque ahora sabemos que no es ignorancia, tradición y naturalización: a pesar de todo, todavía nos están matando.

Y en ese “a pesar de todo” se entrama una red de complicidades ineludibles, principalmente entre los machos y la justicia victimaria, que permiten que esto siga sucediendo.

No dan las cuentas

Una frase que se popularizó mucho en estos días fue “Todas tenemos amigas que fueron abusadas, pero ninguno tiene un amigo abusador: no dan las cuentas”. El caso de Palermo fue un acertado ejemplo para abrir la conversación sobre las dinámicas de encubrimiento y de validación entre varones. También puso en tela de juicio el llamar a este tipo de violaciones en grupo como “violaciones en manada”.

Porque los violadores (y esto los datos lo acompañan) son hombres comunes y corrientes. No son desviados, no son enfermos, no son animales: son hombres que saben lo que hacen. En términos de Rita Segato, son aleccionadores, opresores que lo quieren es asegurarle a la mujer que su lugar es el de la subordinación y la obediencia, ejemplo que ejercen mediante violaciones y otras formas de violencia, incluido el asesinato. 

Y entre aleccionadores se dan dinámicas de validación porque esa es su forma de pertenecer. Es por esto que se turnan y hacen campana para violar en la calle y a plena luz del día: solos no podrían. Porque solos son pibes normales, militantes, que seguro fueron a miles de marchas feministas y se tatuaron #NiUnaMenos, pero en grupo encubren y validan sus crímenes aleccionadores, librados sobre nuestros cuerpos. Además, sabemos que la impunidad no es solo entre ellos: la justicia, en su sesgo y negligencia, también es cómplice.

Pibe, no me digas “feliz día”: hacé algo

Por eso, más allá de lo superficial que puede sonar el debate sobre si decir o no “feliz día”, desde el hartazgo y el dolor “feliz día” no sana, no enmienda, no compromete. Varones, comprométanse. Hablan y quieren mostrarse feministas el 8M marchando y deseándonos “feliz lucha”, ¿pero el resto del año?

8M para nosotras es una fecha clave para visibilizarnos. Pero la violencia la sufrimos –y la lucha la libramos– todos los días, en todos los escenarios, porque ser mujer en una sociedad machista implica disputas interseccionales casi en cada momento de nuestras vidas. Entonces, varones, el resto de los días dejen de ser cómplices de sus amigotes.

De festejarles el chiste machista, de reenviar la pornografía infantil que se difunde en grupos de whatsapp, de no condenar explícitamente todas esas violencias. Ustedes saben cuáles son esas violencias. Es momento de dejar de ser cómplices del aleccionador y reconfigurar nuestras dinámicas sociales.

Rita Segato es muy clara al respecto: “La punición tiene que existir, pero si esa punición no viene acompañada de un proceso de obligatoria reflexión que conduzca a la responsabilidad, no vale para nada. No frena la reproducción de este tipo de crímenes”. 

El momento es ahora, muchachos. Para nosotras no son felices días. Perdemos a una mujer por femicidios cada 18hs. No tenemos tiempo para desperdiciar, mucho menos para permitir que estas cosas aún sucedan y se agraven. No sean cómplices del aleccionador: márquenlo, frénenlo. Para cualquiera de nosotras puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. Y eso vale mucho más que cualquier saludo.

Mientras tanto: marchamos. Todo lo que haga falta.

+ publicaciones

Lic. en Artes de la Escritura | Editora en UNDEF Libros

Share:

Deja un comentario

Ir al contenido